martes, 9 de marzo de 2021

La alucinante y desconocida historia de una hermandad de motoristas (Parte 3)

 

Venancio Muñiz miraba y remiraba, se frotaba la cara llena de sudor y seguía intentando asimilar algo de todo aquello. Ante el tenía decenas de listones con muescas, un par de pergaminos dibujados y varias tablillas de barro, cubiertas de cera, en las que apuntaba y borraba. Sobre todo borraba, porque a Venancio Muñiz no le cuadraba nada de lo que le tenía que cuadrar.

Hacía muchos meses que Venancio había salido de Astorga. Desde que los maragatos transportaban los caudales que venían del Nuevo Mundo, estaba asumido que los arrieros maragatos iban a ir al otro lado del océano para gestionar allí los portes. Que también los había. Venancio Muñiz, Venan, había salido hacia América con el primer envío de caballerías de carga. Desde Sevilla a la isla de Cuba, y de ahí a México, Y allí estaba asentado.

Asentado era un decir. Bajo la protección del virrey y a las órdenes directas del gobernador, Venan había conseguido unas caballerizas dignas. Había formado unas cuadras y garantizado la alimentación de las bestias. Y estaba formando un cuerpo de arrieros, herreros, guarnicioneros… Ex conquistadores que ya se habían asentado en aquellas tierras y renunciado a las grandes riquezas. Ahora ya se conformaban con un trabajo digno.

Los caballos se habían adaptado considerablemente bien, pastaban, comían e incluso se empezaban a reproducir. No parecían tener problemas.

Incluso habían podido elaborar las primeras carretas y diligencias, copia de las que habían traído de España, pero elaboradas con madera local. Y la admiración de los indígenas que no entendían ni de caballos ni de ruedas.

Pero Venan no estaba satisfecho. Venan no era capaz de ordenar y organizar unas rutas de transporte dignas del nombre de rutas. El primer problema eran las distancias. Madrid-Ames era la ruta más larga de los maragatos en España durante los años previos al descubrimiento. Luego pasó a serlo Sevilla-Madrid.

Eran las distancias usuales, para las que conocía los relevos, los cambios de caballería, los avituallamientos… Un viaje Sevilla-Madrid o el ya legendario Madrid-Ames, suponía unas cuatro jornadas. A partir de ahí podías alargarlo según dispusieras de más o menos carga o de más o menos caballos de refresco. Pero esos cuatro días eran manejables. Un arriero podía pasar un día sin comer si iban mal las cosas. O los caballos aguantar doce horas sin beber. Un viaje de cuatro días te permitía cierto margen de maniobra.

Al llegar a México, todas sus estrategias se habían ido al traste. Del puerto de Veracruz hasta la capital México-Tenochtitlan había entre diez y doce días de viaje. Los viajes los hacían destacamentos militares, veinte hombres que transportaban lo necesario para el viaje y este era una expedición militar. Y ahora Venan tenía que transformar esas expediciones militares en rutas de transporte regular.

Y no sabía como hacerlo. Tenía caballos, carretas, mercancías y no sabía como hacerlo. Era un fracaso como arriero. Siendo maragato eso era lo peor que le podía pasar.

Se dio cuenta muy pronto que la estrategia del miedo no iba a funcionar allí para proteger las cargas. Primero porque las cargas eran de un valor incalculable y segundo porque allí todo daba miedo. No pasaba un día sin que se descubriera un animal nuevo, un sonido diferente en la selva, una planta que provocaba una irritación…El medio no era conocido, era una desventaja para todos.

Venan había dejado de pensar en las distancias y se centró en proteger la carga. Como llevarla de forma segura. No había población hostil que la quisiera, al menos en principio, pero si había información, mucha información que transmitir. Era importante saber quien enviaba la carga y quien era el destinatario. La carga podía salir del gobernador o del virrey. Incluso de particulares. Y debía ir a España de forma oficial… Al menos en teoría. Pronto había sido advertido de que habría envíos extraoficiales, para las arcas privadas de gobernador, del virrey, de nobles que extendían su poder desde España, de pagos de prebendas y sobornos al margen de la Hacienda real. Todo eso tenía que ir consignado desde la salida y saberlo en el puerto de Veracruz para allí tratarlo en forma adecuada. Y todo eso no podía ir con ninguna marca ni señal llamativa.

Y allí estaba Venan, con carros y carretas, solo carros y carretas, para poder organizar aquello.

Sólo carros y carretas pensó. Y caballos claro.

Una idea fue abriéndose paso en su cabeza. Venan se levantó de un salto y corrió a las caballerizas. Allí comprobó los colores de los caballos, las capas. Había tordos andaluces, alazanes y castaños, había varios con mezclas de colores. Y había yeguas y caballos suficientes para hacer todas las combinaciones.

Este pequeño cuento leyenda, este intermedio novelado se contó durante generaciones entre los maragatos. Sabemos que Venan, Venancio Muñiz, existió y fue el responsable de la organización de las primeras rutas de transporte de las Américas. No sabemos si fue o no exactamente como aquí se ha contado. Pero debió ser algo parecido…

La cuestión es que Venan llevó la Hermandad a otro nivel. Ya no fue tanto el proteger las cargas. Venan fue capaz de inventar todo un código de señales que solo los arrieros maragatos sabían interpretar. Cualquier maragato, al ver pasar un transporte, podría decir un montón de cosas. De dónde venía, a donde iba, qué transportaba y por orden de quién.

La información corría por las Américas y llegaba a España. Y de España volvía. Todo eran señales legibles para quién sabía el código. El número de caballos, su disposición y sus colores, el tipo de carro que arrastraban, la vestimenta del cochero y del postillón... todo, todo tenía un significado para los ojos del miembro de la Hermandad. Saber quién había caído en desgracia, quien era un corrupto, quien había ascendido en la sociedad y que se mandaban todos ellos entre sí dio a la Hermandad un poder enorme. Los miembros de la hermandad se iban informando unos a otros, iban enseñando a los niños los diferentes códigos para entrar en el oficio… Toda una tradición oral, nunca escrita, que explicaba desde cómo se creó la Hermandad hasta que significaba en América un postillón con el traje típico maragato.

Quedan restos de estas marcas y señales. Aunque seguramente no lo saben, los gauchos argentinos se empezaron a vestir con las ropas que veían a los arrieros que llegaban a la Argentina desde México. Este traje, el traje que hoy conocemos como gaucho, no es más que una derivación del traje típico maragato. Se quedaron con el traje pero no con el significado. En México también hay un triángulo que forman 3 poblaciones: León, Zamora y Salamanca. Un trío que se usaba para alterar y cambiar rutas sin que entendiera nadie el porqué. Pero es que a veces los carros que transportaban riquezas (oro sobre todo) debían descargar algunos kilos por el camino. Por el de León o el de Zamora…




 

 

 

Incluso en Iowa, en el medio oeste de los Estados Unidos, hay dos poblaciones muy cercanas llamadas Madrid y Ames. Así señaló el maragato que estuvo allí el final de la ruta. Nunca se debía ir más allá en los portes. El invierno salvaje las duras condiciones de la zona impedían hacer rutas más al norte.

 


 

 

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