miércoles, 27 de abril de 2011

Una parada y un cigarrito

Aquí estamos. Toca hacer la entrada número 200. Se que a muchas lectoras (y a algún lector) lo que le mola son los 300...pero a mí 200 me impone bastante. Sobre todo porque ayer, pensando en hacer una entrada genial en esta conmemoración, me repase mi blog, me releí por encima muchas de las cosas que he escrito. Y es mucho y mucho tiempo.


Y hay veces que, cuando llevas un buen rato andando, paras un rato y miras hacia atrás, e incluso te fumas un cigarrito, mientras piensas si es ahí a dónde querías llegar o por lo menos estas por dónde querías ir. Y lo miras y dices: "joder, pues he andado un buen trozo". Te vienen las ideas todas seguidas sin orden ni concierto. y recuerdas unas cosas y te olvidas otras.


No se me ha ocurrido nada especial para este post número 200 pero si que quiero contar alguna de las sensaciones o de los sentimientos que me provoca mi blog.


Llevo desde hace cuatro años escribiendo. Y uno sabe como empieza pero poco a poco se va metiendo en faena...y sale por donde puede. Cuando empecé, nunca jamás pensé que saldría mi familia aquí ni remotamente...y han salido. La Parienta, mis hijos...uno se lanza a contar y se pierde...Tampoco pensé que saldrían mis amigos. Y ahora un amigo tiene un blog. Pero que conste que su primera publicación en un blog la hice yo.


Desde que empecé el blog, he "conocido" mucha gente. Ahora hay algunos que echo de menos. Había un tío que hacía unos comentarios muy inteligentes. Un tal Sir Q. Que no se dónde fue a parar. Don Mendo era otro comentarista que desapareció...como la del laberinto que ya no sabemos si escribe o se quedó debajo del agua en una inmersión. Hay veces que me invade un sensación que tuve de joven. Una de mis hermanas me consideró suficientemente mayor para dejarme salir alguna vez con su pandilla. Un día me preguntó que qué me parecían. Muy majos, dije, pero no quiero conocerlos. Son una gente a la que no volveré a tratar y me da pena...algo así pasa con los blogs. Hay gente que está ahí desde el principio (Suso, Pablo Martín...) pero otros aparecieron y desaparecieron. Y lo que es peor. Hay otros que vas perdiendo. Ya no soy capaz de seguir todo el blog de Barbijaputa, lo tenía super controlado y ahora me falta tiempo. Lo mismo con el de Bionica. Se me escapan posts...Me falta tiempo para leer todos los blogs que querría, no comento ni la mitad de lo que me gustaría...Me da rabia, me pasa como con la pandilla de mi hermana, por favor no puedo conocer más gente, porque de repente me asalta la duda de por qué Lola ya no comenta, que habrá sido del marido que estaba en paro a la vez que yo...Uno empieza un blog y deja historias colgadas. Es como la historia interminable. Que esa es otra historia que será contada en otra ocasión...Da vértigo.


Aquí también ha pasado eso. Hay secundarios que en estos cuatro años han evolucionado. Inolvidable Patxi. Una entrada y parecía que ya está...las vueltas de la vida. Patxi hoy es un proveedor de mi actual empresa. Y el día que yo tenga tiempo me va a pagar chuletones hasta que no me quepan más.


Conchi, la que dio nombre a este blog, vuelve a tener curro. Menos mal. Le va bien, afortunadamente le va bien, porque la cosa está chunga. A mi amigo el que la despidió no le he vuelto a llamar. me da palo hablar con él. Hace 4 años, al empezar este blog, no tenía ningún problema en charlar con él. Hoy me da palo. Que cosas. No deja de ser curioso que el tipo por el cual me quede en la calle fuera despedido fulminantemente hace un par de meses. Su plan de liquidar gente resulto que no era buena idea...Tampoco me alegro, pero es un secundario que también es bueno que salga.


Mis amigos saben de mi blog. Aunque pasan mayoritariamente. Pero al empezar, hace 200 entradas, me moría de vergüenza de pensar en que se enteraran. Son vueltas que da el blog. O la vida. porque un día se me ocurrió hacer una entrada de cosas que quería hacer, y va y resulta que en los próximos meses voy a ir a Africa y voy a conducir por una carretera larga en Norteamérica...los blogs, a veces, los carga el diablo. Ahora sólo faltaría que un día en un avión se me sentara al lado una pasajera diferente. Aunque mejor no, me quedaría todo cortado, sin saber que hacer porque en el fondo, por más chorradas que diga, estoy con quien más querría estar.


Y aquí estamos, en 200 post en los que ha habido tiempo de hablar de todo. En que me he quedado alucinado de la cantidad de gente que me lee, que me comenta, que tiene blogs y que en definitiva te hace pensar que no está todo perdido. y que igual un día puedes tomarte una cervecita en un bar y charlar con alguien que sabe algo más que las gilipolleces de la tele y que aprecia y valora un post, que sabe hacer comentarios inteligentes. Y no se, da gustito saberlo. Y da gustito saber que cuando estuve mal me apoyo un montón de peña que no conocía y que se alegró también conmigo.


Y fue una pasada el día que alguien me dedico un post y me regaló una canción.


Ala, se acabó el cigarrito, a pisarlo y a seguir caminando.

domingo, 24 de abril de 2011

Historias de mi puta mili

Que si lo cuento, que si no…me he debatido unas cuantas veces sobre si contar aquí o no historias de la mili. Historietas más bien. De esas que tenemos todos, los que la hicimos. Porque pueden ser entretenidas o un coñazo supremo. Y no sabía que hacer. Pero por el interés que han despertado mis 7 cosas que no sabíais de mi, voy a contar por lo menos LA historia que me ocurrió en la mili.
La mili era sobretodo un campo sembrado de burócratas y cumplidores del estricto sentido de la ley, con una cerrazón no equiparable a nada más que ellos mismos. Así que no te podías permitir el mínimo descuido, había que estar siempre alerta con las Reales Ordenanzas en la cabeza para que no te metieran un paquete.
Y era un atardecer que nuestro héroe se encontraba de plantón en la explanada de carros. Consistía esta simpática ocupación en vigilar a pecho descubierto la entrada desde la nada hacía un aparcamiento con unos 50 tanques. A 2 Km del centinela más cercano. Se vigilaba a pecho descubierto, armado con la navaja. Había habido varios suicidios en ese puesto, en el que las noches daban para pensar demasiado, y el mando había adoptado la lógica militar. Las guardias en ese puesto se hacían sin armas. Y nunca se suicidó nadie más.
En mitad de la guardia se acercó un coche. El ocupante era el teniente V. Las ordenanzas mandaban parar al coche, pedir la documentación al ocupante y tomar nota de la hora de entrada. Normalmente no lo hacías, saludabas al tío si le conocías y punto. Pero este era un teniente del tipo cabrón, de los que igual te metían un puro por no cumplir la norma. Así que nuestro héroe le dio el alto. El teniente tenía prisa y no frenó, así que nuestro héroe se aparto de la trayectoria del coche con la mala suerte de caer al suelo. Se levanto, se sacudió el uniforme y saco el libro que tenía escondido (estaba prohibido leer en las guardias) y siguió con su ocupación. Leer “Peñas arriba”.
Al acabar la guardia el otro centinela me comentó (por si no os habíais dado cuenta el héroe era yo) que había tomado la matricula del coche, por si acaso era una prueba. Pensamos que a lo mejor era una prueba para ver si cumplíamos (eran tan esquizofrénicos que después de no parar te podían meter un puro por no denunciarlos). Así que al ir al relevo di parte de lo sucedido.
El oficial de guardia resulto ser un compañero del teniente V, pero un compañero de los que a mitad de carrera los dejan para escala media. O sea que sólo van a llegar a comandantes, no a coroneles. Hay cierto pique entre las dos escalas…Y este era el alférez J. Un tío que había estudiado con el teniente V y a mitad le habían dicho que con sus notas no daba para la superior…ambientazo. El tío me llevó al botiquín donde un compi suyo (el teniente V tenía enemigos en todas partes) hizo un parte con las “lesiones” que mi caída me había producido. Me hicieron firmar la declaración del suceso y listo. Bueno, pensé, no es tan grave…
Al cabo de dos días, se acerco el teniente V a verme…”Hombre Gonzalo que tal.” Y así. Malo pensé…Total que el tío después de varios formalismos y de disculparse “porque tu y yo nos conocíamos y por eso no paré” me pide que cambie mi declaración. La disyuntiva era complicada. O mantenía mi declaración y me enfrentaba al teniente, o la cambiaba y jodía al alférez. Opte por mantenerla, con la verdad por delante el camino parecía más fácil. “Allá tu, dijo el teniente, te quedan cinco meses aquí y yo tengo muchos amigos”.
Pase quince días acojonado y luego ya me relaje. Pero cuando había pasado mes y medio del incidente, me vino a buscar mi comandante (al que no conocía). Me hizo acompañarle y llegamos al despacho del coronel. Allí estaban el teniente coronel que mandaba sobre el teniente V, el alférez J, el teniente V (de paisano) y yo. El coronel con bastante mala leche acumulada leyó todas las declaraciones y nos preguntó si eran ciertas. Luego dijo con un cabreo infinito y mirándome a mi: “teniente V, se le castiga a cinco meses de suspensión de empleo y sueldo y seis meses más de suspensión de mando en tropa”.
Hicimos los saludos pertinentes y salimos de allí. Yo bajaba las escaleras delante. Detrás de mi V (que ya no era teniente, ahora era civil) y detrás el alférez J. Al salir del edificio, en el centro del cuartel, V se dirigió a mí:
-Estarás contento
-No tengo nada que reprocharme- conteste- sólo he cumplido mi deber.
A continuación me volví al alférez J e inicie el complicado proceso de despedirme a lo militar:
-A la orden de usted mi alférez ¿ordena usted alguna cosa más?
-Nada soldado puedes retirarte.
-A la orden mi alférez- saludo militar y taconazo.
Y entonces, no me pude aguantar. Me volví al teniente V, ahora civil y sonriendo le solté algo, silabeando muy despacio, que le dolió en los oídos:
-Hasta luego Pedro V.- Lo había llamado por su nombre y de tú, porque ya no era militar. Algo superior a sus fuerzas.
El bofetón que me soltó me cruzo la cara y me hizo volverla. El alférez J, que andaba al quite se interpuso entre los dos.
-Si quieres denunciarlo, soy testigo.
No lo denuncié. Sabía que sólo era una provocación, que me había pegado para ver si se la devolvía, en cuyo caso, por esos extraños recovecos de la legislación militar, yo habría sido un militar pegando a un civil en un recinto militar. Chungo.
Me despedí y me fui.

Es sólo una de las múltiples historias absurdas que nos ocurrían a los que hacíamos la mili. Si la cuento es sólo porque muestra el absurdo en el que se vivía. Al acabar la mili me leí "Ardor guerrero" de Muñoz Molina, sin duda uno de los libros que mejor narra como era aquello. Me impactó tanto que le escribí, leyó mi carta y me contesto.


N.B.: El episodio esta desfigurado en algunos asuntos para presevar la identidad de los participantes. Puede que no sea legalmente exacto, pero es muy próximo a lo que pasó realmente.

N.B. 2: Contar historietas de la mili es un recurso muy bajo para llenar un blog. Prometo no hacerlo más. Era sólo para explicarle al anónimo que me lo pidió, cuándo escribí a Muñoz Molina.