Hace poco en una reunión social le pregunte al de al lado:
-¿Y tu de que curras?
-Soy empalmador de cable de fibra óptica
Casi le doy un morreo allí mismo. Resulta que tenía un trabajo que se definía por su nombre. Eso no es lo normal hoy en día. Las empresas (las "imbéciles" y las otras) han caído en una gran patraña de poner nombres absurdos para los puestos.
Me explico. A finales de los 70, inicios de los 80, hubo en el mercado los primeros "titulados" en Marketing. Para darse importancia una de las primeras cosas que definieron fue el Product Manager. Con un par. Hasta entonces la cosa estaba clara, aquí un jefe, aquí una secretaria, aquí un comercial y esta es la de las nominas.
A partir de ahí, de ese nombre "Product Manager", se lió la cosa. El Product Manager era un tío que no era jefe, no era comercial, no era...Básicamente no era responsable de nada, si el tema (el Product) iba bien pues era cojonudo, si el Product iba mal...marcaba a los que había que fusilar, pedía nuevos diseños, solicitaba presupuestos...en fin tocaba los huevos a todo el mundo.
Luego vino la estructura matricial de la empresa que puso en marcha primero la Nestle, después con el tema de la calidad y las ISO empezaron a aparecer los "Responsables" que no se sabía bien que puesto tenían. Responsable de Calidad, Responsable de Prevención, Responsable de ... En "Los cipreses creen en Dios" de Gironella el Responsable es el líder anarquista local...
Total que a lo largo de mi vida laboral he sido: Secretario Ejecutivo del Comité de Dirección, Bussines Unit Executive, Director Regional, Key Account Manager, Delegado de Zona... Y siempre era lo mismo a saber: sacarle las castañas del fuego a los de arriba y presionar a los de abajo para que ¡OJO! no que haya beneficios, no, eso era antes. Ahora es para que haya más beneficios que el año anterior...
Eso lo explicaré otro día.
Lo importante es que ahora si alguien te dice soy empalmador de cable de fibra óptica, soy técnico de televisiones de plasma, soy médico pediatra... casi te emociona.
martes, 20 de enero de 2009
lunes, 19 de enero de 2009
Coche de empresa
-Y tendremos que ponerte un coche…
Cuando oyes decir eso al Director Comercial, o al Gerente o al que toca, te entra un cierto cosquilleo, un regustillo. Los coches de empresa tienen algo.
La verdad es que cuando te ponen coche de empresa no es más que porque te van a hacer usarlo, pero a todos nos hace sentir importantes. Tengo grandes recuerdos de todos los que he tenido. Incluso de un Megane que fue una patata.
Luego vienen las manías. Cuando te pasas horas en el coche, todos los días, acabas creando una especie de microcosmos que no debe alterarse. Yo llevo en el quitasol un boli. El mismo desde hace años. Creo que ya no escribe, pero que nadie me lo toque. Un día, si por ejemplo se sube la parienta y cambia de sitio la funda de los CD ´s… Ya no vas tranquilo hasta que vuelves a ponerla en su sitio.
Cuando algún compañero/cliente/lo que sea se sube a hacer un viaje contigo, se crea una relación especial. En un coche vas muy cerca de otra persona pero sin mirarla. Yo eso lo aprendí dándome una chufa con mi primer coche por mirar a la que iba al lado. Total que las conversaciones pueden llegar a ser interesantes. Se crea un ambiente como de consulta de psiquiatra, tú hablas sin mirar a nadie…
Con D.Z. que es judío, tuve interesantísimas y profundas conversaciones sobre moral, religión… Con C.J. llegamos a contarnos intimidades que nos hacían avergonzarnos al bajar y mirarnos. Viví dos divorcios de subordinados contados al amparo de un parabrisas.
Luego también hay plastas, hay tíos planos que los llevas 5 horas y son incapaces de profundizar más allá del tiempo y el tráfico. J.M. era un ejemplo de esto.
En un coche de empresa, viajas, hablas por teléfono, oyes música (inolvidable Laguna, el primero con MP3, horas de canciones seleccionadas) y también duermes siestas, te aburres, lees, ves llover… Y piensas, piensas muchísimo. Uno de los grandes requisitos para poder llevarlo es saber con qué llenar horas de soledad.
Cuando oyes decir eso al Director Comercial, o al Gerente o al que toca, te entra un cierto cosquilleo, un regustillo. Los coches de empresa tienen algo.
La verdad es que cuando te ponen coche de empresa no es más que porque te van a hacer usarlo, pero a todos nos hace sentir importantes. Tengo grandes recuerdos de todos los que he tenido. Incluso de un Megane que fue una patata.
Luego vienen las manías. Cuando te pasas horas en el coche, todos los días, acabas creando una especie de microcosmos que no debe alterarse. Yo llevo en el quitasol un boli. El mismo desde hace años. Creo que ya no escribe, pero que nadie me lo toque. Un día, si por ejemplo se sube la parienta y cambia de sitio la funda de los CD ´s… Ya no vas tranquilo hasta que vuelves a ponerla en su sitio.
Cuando algún compañero/cliente/lo que sea se sube a hacer un viaje contigo, se crea una relación especial. En un coche vas muy cerca de otra persona pero sin mirarla. Yo eso lo aprendí dándome una chufa con mi primer coche por mirar a la que iba al lado. Total que las conversaciones pueden llegar a ser interesantes. Se crea un ambiente como de consulta de psiquiatra, tú hablas sin mirar a nadie…
Con D.Z. que es judío, tuve interesantísimas y profundas conversaciones sobre moral, religión… Con C.J. llegamos a contarnos intimidades que nos hacían avergonzarnos al bajar y mirarnos. Viví dos divorcios de subordinados contados al amparo de un parabrisas.
Luego también hay plastas, hay tíos planos que los llevas 5 horas y son incapaces de profundizar más allá del tiempo y el tráfico. J.M. era un ejemplo de esto.
En un coche de empresa, viajas, hablas por teléfono, oyes música (inolvidable Laguna, el primero con MP3, horas de canciones seleccionadas) y también duermes siestas, te aburres, lees, ves llover… Y piensas, piensas muchísimo. Uno de los grandes requisitos para poder llevarlo es saber con qué llenar horas de soledad.
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