El
otro día se me escacharro el móvil. No se si por la obsolescencia programada o
porque se le metió algún programa extraño. Pero se quedo para el reciclado.
Nunca
he comprado un móvil. Hasta ahora siempre nos los habían regalado con los
programas de puntos. Pero eso era en la buena época. Antes de la crisis y tal.
Ahora para conseguir un teléfono (con más tonterías que un mueble bar, eso si)
te obligan a firmar unos contratos draconianos…¡para vendértelo!, no para
regalártelo. Encima de que te lo venden te hacen un favor…
Visto
los precios de un teléfono, me plantee pasar del teléfono. Arreglarme con el
del curro y ya está. Durante una semana no me pareció muy difícil, entre otras
cosas en el móvil del curro no estoy en ningún grupo de whatsapp…
Pero
hete aquí que me veo obligado a hacer una compra por internet. La nueva entidad
bancaria con la que estamos (porque compro a otra), en aras de defender la
seguridad on line, al hacer el pago me envía un mensaje con un código al móvil…
que no tengo.
Después
de jurar en hebreo un rato, me decido a tener móvil otra vez. Pero me niego a
comprarlo. Así que lanzo una súplica a amigos y conocidos, por si a alguien le
sobra un teléfono…
Me
contesta C. Es abogada y una compi de su despacho le sobra uno. Indago: “¿pero
uno suyo?” porque C y sus amigas son muy pijas, así que si es suyo será un
teléfono de impresión. “No exactamente” contesta…
Tras
insistir un poco me cuenta la historia. Resulta que en España, cuando te meten
al trullo, la escena tan americana de meter tus pertenencias en un sobre marrón
(sale en todas las películas) no es tal. En España tus pertenencias se las
queda en depósito tu abogado. Se las dan a él cuando te detienen. Y un cliente
del despacho de C tiene un móvil en depósito. Han dado de baja la línea pero el
aparato sigue allí. Y está bien.
-“Pero
¿no lo pedirá al salir?”
-“Bueno,
no pasa nada, es un tema bastante truculento. No pisará la calle ni de permiso
hasta dentro de 13 años…”
Cielos,
mi teléfono ha visto cosas…