Existe un lugar en Galicia donde no llegan los turistas, no se ve la tele y el aire no huele a nada. Hace frio incluso en agosto.
Existe un lugar en Galicia en el que hay unas tierras que mi familia habita desde hace trescientos años y seguramente antes también. Allí naci y allí me espera una tumba desde antes incluso de nacer. Para bien o para mal estoy unido a ese lugar.
Existe un lugar en Galicia en el que hay una casa dónde la vida se rige por códigos y normas seculares que definen desde cómo te vistes hasta en que habitación duermes. De los que la han conocido, hay a quien le espanta y a quien le parece maravilloso. Para bien o para mal es así.
Existe un lugar en Galicia en el que hay una casa dónde el jardín es un bosque y los niños juegan con perros, apedrean culebras, pescan truchas y viven libres. No hay que vigilarles porque todo el entorno les vigila. Allí mis hijos vuelven a casa al anochecer, llenos de rasguños, moratones y suciedad y con los ojos irradiando alegría y sueño. Mientras los baño y les doy la cena, me cuentan las mismas aventuras que yo viví de pequeño y se me hace un nudo en la garganta cuando pienso que ellos no nacieron allí, que nunca estarán tan unidos a esa casa y que seguramente serán los últimos niños que la conocerán.
Existe un lugar en Galicia donde nunca se cierra la puerta de la casa y dónde doy paseos charlando con el nieto del que daba paseos y charlaba con mi abuelo.
Existe un lugar en Galicia donde me identifico con mis antepasados y con mis familiares. Allí, antes o después, nos encontramos todos. Siempre que voy, algún día, lo dedico a recordar tiempos pasados y personas que ya no están. Y casi siempre lloro pensando en cómo todo aquello se va extinguiendo.
El lunes me iré otra vez, otro año, allí.
Hasta la vuelta feliz verano a todos.
Existe un lugar en Galicia en el que hay unas tierras que mi familia habita desde hace trescientos años y seguramente antes también. Allí naci y allí me espera una tumba desde antes incluso de nacer. Para bien o para mal estoy unido a ese lugar.
Existe un lugar en Galicia en el que hay una casa dónde la vida se rige por códigos y normas seculares que definen desde cómo te vistes hasta en que habitación duermes. De los que la han conocido, hay a quien le espanta y a quien le parece maravilloso. Para bien o para mal es así.
Existe un lugar en Galicia en el que hay una casa dónde el jardín es un bosque y los niños juegan con perros, apedrean culebras, pescan truchas y viven libres. No hay que vigilarles porque todo el entorno les vigila. Allí mis hijos vuelven a casa al anochecer, llenos de rasguños, moratones y suciedad y con los ojos irradiando alegría y sueño. Mientras los baño y les doy la cena, me cuentan las mismas aventuras que yo viví de pequeño y se me hace un nudo en la garganta cuando pienso que ellos no nacieron allí, que nunca estarán tan unidos a esa casa y que seguramente serán los últimos niños que la conocerán.
Existe un lugar en Galicia donde nunca se cierra la puerta de la casa y dónde doy paseos charlando con el nieto del que daba paseos y charlaba con mi abuelo.
Existe un lugar en Galicia donde me identifico con mis antepasados y con mis familiares. Allí, antes o después, nos encontramos todos. Siempre que voy, algún día, lo dedico a recordar tiempos pasados y personas que ya no están. Y casi siempre lloro pensando en cómo todo aquello se va extinguiendo.
El lunes me iré otra vez, otro año, allí.
Hasta la vuelta feliz verano a todos.