Todos los que
sois padres habréis comprobado como el lenguaje de los hijos deja anticuado al
nuestro. Así nosotros hablábamos del “insti”, “las mates” (“mate” los vascos),
“molar”…
Pero eso cambia
radical en unos años. Lo que para nosotros era claro y comprensible de repente
deja de tener sentido. Y los jóvenes tienen lenguaje nuevo que de repente no
entiendes. No es que al “insti” ahora le llamen “tuto”, es que de repente hay
significados nuevos que no conoces.
Y es así como
nuestro hijo (de La Parienta y mío) llego un día a casa cabreadísimo con un
amigo:
-Pero ¿qué ha
pasado?
-Que me ha
dicho que soy un “motivao”…
Intentamos
explicarle que ser una persona motivada no era negativo, que era un elogio en
algunas cosas… Su mirada de desprecio fue de lo más elocuente. Nos dimos cuenta
que algo fallaba.
Así que tras
dejar amainar la tormenta, empezamos a investigar el significado de la palabra
“motivao”.
“Motivao” lo
usan como una descripción de algo así como entre intenso y plasta. Un tío que
da mucho la brasa con un tema, que lo saca a colación cada 2 por 3, es un
“motivao”. Los del equipo de futbol sala, que están todo el día haciendo
colectas y entrenando sin parar, son unos “motivaos”. El profesor que es fan de
la historia de su pueblo y les da charlas y organiza visitas, es “motivao”, los
cuatro pelotas que le siguen la corriente, “unos motivaos”.
Se trata de no
salirse de la normalidad, lo guay es no destacar, ser uno más de la masa, no llamar
la atención.
Y al
entenderlo, lo hemos empezado a incorporar a nuestro lenguaje. Y un día que
nuestro hijo daba mucho la lata con ir a patinar:
-Ya vale, que
eres un “motivao“ del patinaje
Y se llevó un
susto.
pero es que la expresión tiene gracia.