jueves, 8 de noviembre de 2012

La juerga sobrevenida


Cuando eres joven puedes salir a muerte. Con 20 ó 22 años sales a comerte la noche. A quemar la ciudad, cualquier ciudad, el viernes y el sábado. E incluso alguna semana el jueves también.

Pero luego vas creciendo y te van cayendo responsabilidades. Ya no puedes montarte esas fiestas, en parte no tienes tiempo ni cuerpo y en parte porque parece como que ya no estás en edad. Que ya no pega lo de andar por ahí hasta las mil.

Pero algo ha dejado poso en tu interior. Y entonces, de vez en cuando, surge. Sin organizarlo, sin pensarlo y, unas pocas veces, sin quererlo. Son las farras sobrevenidas. Las que no pensabas hacer, ni habías organizado pero que de repente estas metido en ellas. Y ya son imparables. Y durante esa noche vas a tope, como de joven y revientas los horarios y el hígado. Y luego te quedas hecho polvo, pero con un regusto que te conserva las ganas dormidas, agazapadas, hasta la próxima.

Una buena juerga sobrevenida ha de tener los siguientes ingredientes:

-Empieza siempre con una quedada inocente y sin ninguna doble intención. En plan “vamos a tomar un café porque nos hemos encontrado”.

-Siempre hay alguien en el grupo que no es habitual, o que es menos conocido o que no debería estar en ese grupo. O estás en un lugar extraño. Pero la mecha se prende por la tensión generada por ese factor raro.

-El plan siempre empieza a desbarrar por el “momento comer”. Lo primero que se decide es que ya que estamos se come o se cena… luego se degenera.

-Como no hay planificación previa, se produce una mezcla horrenda de bebidas, se empieza con cerveza, se sigue con vino blanco, orujo, cubatas, chupitos…

-Hay un chiste o una frase o una historia que se transforma de repente en el Leitmotiv de la fiesta y se repite incansablemente. Los días siguientes su mención provocara sonrisas…

-La sensación de “estamos de farra” aparece cuando ya es demasiado tarde, cuando no hay vuelta atrás.

-Extrañamente el ritmo de desinhibición suele ser más rápido que el de ingesta de alcohol. Así aparecen figuras como el baile en la barra, pagar rondas a desconocidos…

-Nunca aparece mal rollo, llevas meses soñando algo así y te dedicas a muerte. No quieres ligar, ni conocer nada, quieres vivir la fiesta. Eso la hace mejor.

-Siempre, siempre tiene que combinarse con música buena en los bares. No una especial, pero sí música que te ayuda a mejorar el ambiente. A saltar y a divertirte.

Y con todo eso, a la mañana siguiente te levantas destrozado. Y dolorido, pero con una sonrisa de felicidad…