Escribir un blog “anónimo” como este tiene sus ventajas. A mi sólo me conocen unos pocos de los que me leen: Javi, Lola…y esos me conocen de sobra para que no les suene a raro nada de lo que cuento. A cambio puedo exponer a la gente cuestiones que me preocupan.
Todo esto viene a cuento porque desde hace un par de semanas, que vi la fantástica peli de “Pagafantas”, tengo dudas. Tengo dudas no porque yo haya sido un pagafantas, es porque yo he sido otra cosa. No sé bien como se llama, yo de joven ignoraba completamente la psicología femenina. Ahora tampoco soy un experto pero me defiendo. De joven fui bastante torpe, ya he dicho que a alguna ex la trate fatal por ignorancia, pero hay algunos casos que fueron palmarios por lo contrario:
Escena 1.- Quedamos para ir a un concierto el antes citado Javi, S. y yo. S era amiga de clase, guapa y muy divertida. Llovía a cantaros, recuerdo que los vasos de cerveza de litro no se vaciaban por mucho que bebieras. Al acabar el concierto nos fuimos a un bar. En contra de su costumbre habitual, Javi no se abalanzo sobre S. y la devoro. Se fue a la segunda cerveza. Allí quedamos S. y yo charlando un par de horas. El camarero era amigo y nos dejaba tomar cerveza gratis si nos la poníamos nosotros…el estaba ligando.
Eran las 4 de la mañana yo vivía bastante cerca (el piso estaba vacío) y le dije a S. “Es tarde, si quieres vamos a mi casa y luego te llevo a la tuya”. Porque yo tenía un coche, de séptima mano pero coche. Me sonrió y vino conmigo.
Al llegar le dije: “Estoy hecho un asco, me voy a duchar y te acompaño”. Sonrió (otra vez) y dijo “Vale, me voy a hacer un café mientras…”. Al cabo de diez minutos aparecí duchado, afeitado, con la camisa limpia y las llaves del coche en la mano. “¿Nos vamos?” dije. Se le atraganto el café y me miro, entonces pensé que agradecida, hoy creo que sorprendida. “Bueno…vale”.
Y la lleve a su casa. Seguimos siendo amigos mucho tiempo y nunca me dijo nada, pero creo que esperaba algo más.
Escena 2.- Estábamos en un pueblo haciendo un campo de trabajo unos cuantos compañeros, trabajábamos de día y de noche vaciábamos los bares de alcohol. Venía B, la más guapa de la clase con diferencia. Una noche, charlando, charlando nos separamos del grupo. B me fue contando todos los de clase que se la habían intentado ligar y yo me descojonaba de sus tristes artimañas (las de ellos).
Llegamos a un mirador, noche cerrada, una vista del valle espectacular, luna llena. Se sentó en una barandilla y me dijo “Pues ya ves, todos esos intentando enrollarse conmigo, y tu solito me has traído hasta aquí. Ya ves que suerte tienes…” y yo conteste súper serio “Y tanto, ser tu amigo es una suerte no lo dudes. Eres una pasada de tía” y me puse a explicarle unas teorías fenomenales sobre la amistad y lo bonita que era (la amistad).
Me miraba con ojos como platos.
A los dos días me empecé a dar cuenta de que igual había metido la pata y la llame para quedar, con intenciones más lujuriosas esta vez.
Me dio plantón.
Y tengo algún otro caso, de este estilo. Pero eso no es ser pagafantas. Es que no sabíamos tratar a las mujeres. Lo cuento aquí porque nadie me conoce y los que me conocen ya lo saben.
El caso es que igual entonces era gilipollas.