Hay veces que
te acercas a un pozo, a un acantilado o a un precipicio y sientes cierta
atracción. Por un instante, tienes la tentación de saltar. De ver que pasa. Es
algo que tu consciente borra inmediatamente como un error, un fallo del
sistema. Pero saber que está ahí, que lo has tenido y lo has sentido.
Del mismo modo,
a veces notas que te tiran y te atraen mundos e ideas que no son buenas, que
nos son sanas. Que te pueden atrapar y hundir. Pero están ahí y sabes que algo
dentro de ti tira en esa dirección.
Cierto día,
hace años, descubrí la estética gótica. Me llamo la atención la ausencia de
color y ese afeamiento tan contrario a las convenciones sociales. Me atrajo su
estética, si, pero luego había más. Los tatuajes, el desencanto con el mundo,
la tristeza… Por si fuera poco, en muchas publicaciones sobre lo gótico se
incluyen auténticos tratados filosóficos sobre conceptos como autodestrucción,
muerte, hastío. Y me engancha. Tengo que evitarlo pero, sin duda, siento una
tendencia hacia eso.
Una vez,
hablando de la anorexia, escuche a una enferma una explicación sobre su
enfermedad: “claro que estoy flaca, claro que soy un saco de huesos, pero
controlo mi vida controlando mi hambre.
Cuando estoy mal, cuando tengo problemas, no como, o vomito y siento hambre,
controlando el hambre, tengo sensación de controlar mi vida”. Esa misma
argumentación, se usa en las personas que se autolesionan. No se como caí en un
cine viendo “Secretary”. No hay película que te golpee más el cerebro, que te
bloquee más. Dos personas se encierran en un universo propio, de sufrimiento,
castigo, degeneración y dolor.
Y son felices.
Y si son
felices… ¿quién les puede decir si lo que hacen está bien o mal? ¿Quién puede
juzgar si eso es amor o es estupidez o una enfermedad?
Me inquieta
cuando veo y cuando pienso que son gente que han llegado a un mundo diferente
al nuestro. Viven un mundo de expresiones del sentimiento diferentes, de
intensidades y sensaciones que les sitúa en otro, en una dimensión alternativa
que esta lejos de nuestra realidad.
Se que es un
pozo, un precipicio, un camino sin salida.
Pero me atrae.
Aunque me esfuerzo en borrarlo de mi consciente, como un fallo del sistema.