El proceso mucoso, un tanto guarro por cierto, que venía sufriendo días atrás, degeneró en una tubaritis. Una tubaritis es cuando se te llena de moco cierto conducto que une la boca y el oído. Oyes mal y tienes eco. La solución es aguantarte y comer chicle, hasta que se vaya eliminando el moco poco a poco.
Lo comenté en la oficina para ver si les daba algo de pena. Como les di más asco que lástima, decidieron mandarme a un viaje (relámpago eso si) al país de los califas y los visires que quieren ser califa en lugar del califa. Ya sabía yo que un viaje que empieza en estas condiciones no podía acabar bien...
Lo de subirme al avión con el oído regular no me parecía buena idea. Pero es lo que hay. Así que me lance...Al poco de despegar, cuando el avión esta con una inclinación notable por la subida, empecé a toser. No tenía tos, tenía la garganta llena de moco. La tos se oía en todo el avión, porque digan lo que digan, el despegue debe dar respeto a todo el mundo y se guarda silencio como en misa. La tos empezó a expulsar moco. Como no iba a dar abasto el pañuelo, cogí la bolsita para el mareo y empecé a escupir moco. Además me salia por la nariz. Y también caía en la bolsita. Con el cambio de presión, note además un liquido que me escurría por la oreja...lo habéis adivinado. Estaba echando moco por la oreja.
Una azafata se levanto haciendo caso omiso al peligro de la inclinación y de la señal de permanecer atado y vino a ver que me pasaba mientras el resto del pasaje se daba codazos "mira, hay uno que se está muriendo" porque el moco almacenado no es verde precisamente..."¿Se encuentra bien?" me preguntó muy amable "¿se marea?", "que va si estoy súper acostumbrado a volar, si yo te contara..." pero claro, le decía esto con la bolsa de vomitar a medio llenar, la cara llena de un liquido marroncillo y el pañuelo (con mis iniciales bordadas, eso si) atornillado en la oreja por una de sus esquinas y el resto colgando...
Después de que la presión del avión se hubo relajado, cuando además el resto del pasaje pareció olvidarse de mi, descubrí que el vuelo me había curado el oído. Nota para la historia: el viaje en avión cura la tubaritis.
Así que me relaje, y me dispuse a ver una peli en la tele individual del avión, además tenía suerte e íbamos dos con el asiento de en medio vacío. Me fijé en el que compartía fila conmigo. Muy delgado. Moro seguro. Cuando vinieron a traer la comida el tío se volvió a la azafata y le dijo "No hablo inglés, español o francés". La azafata me pidió que le tradujera por favor. Mientras lo hacía pensé "coño, los moros que hablan francés son los que están ahora en pie de guerra...huy, huy...que además vamos a un país de moros ricos y estos son pobres". Si ya lo se, paranoias. Pero es que la curación traumática debe dejar secuelas mentales...
A todo esto, un niño como de ocho meses (esto demuestra que soy padre, que bien calculo la edad), se despierta para comer, cuando llevábamos dos horas volando, y se echa a llorar. Normal, un niño...si, si, normal. No se cayó hasta que aterrizamos el hijoputa. Cuatro horitas llorando como un campeón...supongo que tenía tubaritis.
Acabamos de comer, veo una peli (con los lloros del niño como música de fondo) y cuando me quito los cascos noto el ambiente caldeadito. La gente está nerviosilla por los lloros del niño. Quizá también mi espectáculo previo les tensó un poco. Procuremos calmar el ambiente pienso.
Pero mi compañero de al lado no pensó lo mismo. Más bien lo contrario. Así que el ti saca un Corán de la mochila-maletín, lo abre y se pone a recitar. En voz alta. Con dos cojones.
No se, igual para otros es normal. Pero a mi ver un tío rezando en la religión que sea en voz alta para que le oigan y en un sitio cerrado...me da un poco de repelús. Pues ahí iba el tío recitando versículos como un loco. Con ese tonillo y ese sonido gutural que acojona. Así que me da por pensar que este tío no es normal. Que a que viene ir con el maletín entre las piernas pudiendo dejarlo arriba, que lo de rezar así y, además, no recuerdo haberlo visto en el control del aeropuerto...huy, huy.
La azafata muy amable viene a ofrecerme la tarjeta de puntos de la aerolínea. Se la enseño porque ya la tengo y para cortar al tío y que se callara me pide que le traduzca el ofrecimiento.
-¿Para que es?- me pregunta
-Te da puntos-contesto- en cada vuelo que haces, y luego los cambias por billetes-improviso porque nunca he tenido puntos para cambiar por nada.
-No me hace falta, no voy a volar más...
Juro que me contesto eso. Y para mi que a la azafata, cuando se lo traduje, le cambió la cara. Eso es grave, porque a los que nos da yú yú volar, miramos mucho a la cara de las azafatas. Que se deben pensar que somos unos salidos o así, pero es que la cara tranquila de la azafata relaja mucho.
Total, que en un avión iluminado con luz de puti-club (los decoradores de aviones son la mundial) un tío monto un espectáculo de vomito-moco, por varios orificios, despegando, un niño lloró gran parte del viaje y un elemento recitaba el Corán sin parar.
Que, ahora que lo pienso, igual estaba atacado entre mi número y el del niño y rezaba para que se acabara cuanto antes el vuelo porque tenía miedo a volar...
Si le veo en el viaje de vuelta se lo pregunto. Y me reiré de él por no haberse sacado la tarjeta.
Lo comenté en la oficina para ver si les daba algo de pena. Como les di más asco que lástima, decidieron mandarme a un viaje (relámpago eso si) al país de los califas y los visires que quieren ser califa en lugar del califa. Ya sabía yo que un viaje que empieza en estas condiciones no podía acabar bien...
Lo de subirme al avión con el oído regular no me parecía buena idea. Pero es lo que hay. Así que me lance...Al poco de despegar, cuando el avión esta con una inclinación notable por la subida, empecé a toser. No tenía tos, tenía la garganta llena de moco. La tos se oía en todo el avión, porque digan lo que digan, el despegue debe dar respeto a todo el mundo y se guarda silencio como en misa. La tos empezó a expulsar moco. Como no iba a dar abasto el pañuelo, cogí la bolsita para el mareo y empecé a escupir moco. Además me salia por la nariz. Y también caía en la bolsita. Con el cambio de presión, note además un liquido que me escurría por la oreja...lo habéis adivinado. Estaba echando moco por la oreja.
Una azafata se levanto haciendo caso omiso al peligro de la inclinación y de la señal de permanecer atado y vino a ver que me pasaba mientras el resto del pasaje se daba codazos "mira, hay uno que se está muriendo" porque el moco almacenado no es verde precisamente..."¿Se encuentra bien?" me preguntó muy amable "¿se marea?", "que va si estoy súper acostumbrado a volar, si yo te contara..." pero claro, le decía esto con la bolsa de vomitar a medio llenar, la cara llena de un liquido marroncillo y el pañuelo (con mis iniciales bordadas, eso si) atornillado en la oreja por una de sus esquinas y el resto colgando...
Después de que la presión del avión se hubo relajado, cuando además el resto del pasaje pareció olvidarse de mi, descubrí que el vuelo me había curado el oído. Nota para la historia: el viaje en avión cura la tubaritis.
Así que me relaje, y me dispuse a ver una peli en la tele individual del avión, además tenía suerte e íbamos dos con el asiento de en medio vacío. Me fijé en el que compartía fila conmigo. Muy delgado. Moro seguro. Cuando vinieron a traer la comida el tío se volvió a la azafata y le dijo "No hablo inglés, español o francés". La azafata me pidió que le tradujera por favor. Mientras lo hacía pensé "coño, los moros que hablan francés son los que están ahora en pie de guerra...huy, huy...que además vamos a un país de moros ricos y estos son pobres". Si ya lo se, paranoias. Pero es que la curación traumática debe dejar secuelas mentales...
A todo esto, un niño como de ocho meses (esto demuestra que soy padre, que bien calculo la edad), se despierta para comer, cuando llevábamos dos horas volando, y se echa a llorar. Normal, un niño...si, si, normal. No se cayó hasta que aterrizamos el hijoputa. Cuatro horitas llorando como un campeón...supongo que tenía tubaritis.
Acabamos de comer, veo una peli (con los lloros del niño como música de fondo) y cuando me quito los cascos noto el ambiente caldeadito. La gente está nerviosilla por los lloros del niño. Quizá también mi espectáculo previo les tensó un poco. Procuremos calmar el ambiente pienso.
Pero mi compañero de al lado no pensó lo mismo. Más bien lo contrario. Así que el ti saca un Corán de la mochila-maletín, lo abre y se pone a recitar. En voz alta. Con dos cojones.
No se, igual para otros es normal. Pero a mi ver un tío rezando en la religión que sea en voz alta para que le oigan y en un sitio cerrado...me da un poco de repelús. Pues ahí iba el tío recitando versículos como un loco. Con ese tonillo y ese sonido gutural que acojona. Así que me da por pensar que este tío no es normal. Que a que viene ir con el maletín entre las piernas pudiendo dejarlo arriba, que lo de rezar así y, además, no recuerdo haberlo visto en el control del aeropuerto...huy, huy.
La azafata muy amable viene a ofrecerme la tarjeta de puntos de la aerolínea. Se la enseño porque ya la tengo y para cortar al tío y que se callara me pide que le traduzca el ofrecimiento.
-¿Para que es?- me pregunta
-Te da puntos-contesto- en cada vuelo que haces, y luego los cambias por billetes-improviso porque nunca he tenido puntos para cambiar por nada.
-No me hace falta, no voy a volar más...
Juro que me contesto eso. Y para mi que a la azafata, cuando se lo traduje, le cambió la cara. Eso es grave, porque a los que nos da yú yú volar, miramos mucho a la cara de las azafatas. Que se deben pensar que somos unos salidos o así, pero es que la cara tranquila de la azafata relaja mucho.
Total, que en un avión iluminado con luz de puti-club (los decoradores de aviones son la mundial) un tío monto un espectáculo de vomito-moco, por varios orificios, despegando, un niño lloró gran parte del viaje y un elemento recitaba el Corán sin parar.
Que, ahora que lo pienso, igual estaba atacado entre mi número y el del niño y rezaba para que se acabara cuanto antes el vuelo porque tenía miedo a volar...
Si le veo en el viaje de vuelta se lo pregunto. Y me reiré de él por no haberse sacado la tarjeta.