jueves, 1 de julio de 2010

Cómo acabé con una cicatriz ahí (y 3ª parte)

Ante la avalancha de solicitudes de todo tipo relacionadas con "eso" me apresuro a contar el final que iba a dejar para la semana que viene

Así que estaba yo con "aquello" tremendamente ilusionado. Pero, por si acaso, llame otra vez a mi médico.
-Hola, has hecho de mi un hombre nuevo. Y no te imaginas hasta que punto lo de hombre
-Aaaaah, si, ya. Pero eso se pasa.
-Si, con la edad, pero mientras tanto me has abierto un mundo de posibilidades...
-No, no. No me refiero a la edad. Me refiero a que se pasa con la medicación. Es un efecto secundario que te desaparecerá a acabar el tratamiento.
-Ya ¿y cuantos años dices que lo voy a tomar?
-No, cuatro o cinco meses. Por cierto tengo una mala noticia...
-¿Cual?
-Verás, al aparecerte ese efecto, como eso te va a durar el tiempo del tratamiento....la piel se va a distender...
-¿Y?
-Pues que luego habrá que resumirla...
-¿Que coño es eso?
-Mayormente, que cuando vuelva a su tamaño normal, hay que operarte para quitarte un montón de piel que sobrará de cuando era descomunal...
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!
-No duele tanto...
Bueno, dolió una semana mientras se formaba la cicatriz. A cambio tuve una visión de mi que muy pocos hombres tuvieron. Además pude oír a la enfermera que me iba a depilar, ya en la mesa de operaciones, un "¡Ahí va que grande!" que ciertamente nunca antes había oído...
Y me quedo una cicatriz ahí.
Bueno, y el que tuvo retuvo...

miércoles, 30 de junio de 2010

Cómo acabé con una cicatriz ahí (2ª parte)

Estábamos en que la cabra, la cabra, la ...de la cabra me había estornudado en todo el morro (mio). Yo acabé mi trabajo y me fui de vacaciones sin grandes traumas. Que a mi las vacaciones no me las amarga nada.
A la vuelta, ocurrió lo casi esperado.
La brucelosis es una enfermedad de diagnóstico muy fácil. Básicamente te sube la fiebre a partir de las siete de la tarde. Todos los días y siempre a esa hora, es muy largo explicar el mecanismo, pero creéroslo. Además suele haber dolor en articulaciones. Cuando te curas se queda acantonada y puede haber brotes nuevos (con bajadas de defensas, stress...), a veces en una forma testicular que es bastante dolorosa. A mi me dolía un montón el hombro izquierdo y me subía la fiebre de repente a las siete todos los días. Una cosa la mar de rara, estas tan contento y de repente te empiezas a marear y a notar calor...
Fui al médico.
Entiendo que el médico era un resentido, pero coño, podía haberme hecho algo de caso. Porque yo entre y se lo solté por las buenas: "Hola mira he estado vacunando con vacuna viva de brucelosis y sin protección. Me duele una articulación y me sube la fiebre a partir de las siete de la tarde". El tío me miró, pensó y dijo "que va, eso no es". Con un par.
Comenzó ahí un peregrinaje en el que me sacaban sangre cada tres días, siempre iba un poco peor. Por enmedio pedí que de paso me hicieran el grupo sanguíneo, que nunca me lo sé. Me hicieron pruebas de tuberculosis, del SIDA...de todo. Cuando se harto el buen galeno (había pasado mes y pico) decidió que me iba a hacer una prueba muy especial: el Rosa de Bengala. Tan especial que yo de estudiante me hacía 200 en una mañana...
De resultado de ello, al cabo de un mes y medio de mi diagnóstico, el médico decidió que era bueno. Eso si, gracias a esa época, se convivir con la fiebre sin problemas. Puedo llevar una vida normal (conducir, leer, charlar...) con 38,5º.
Como no es una enfermedad muy normal (ya hay muy poca), no había un tratamiento claro. Así que me receto un montón de pastillas diferentes, cada una para una cosa, con el aviso de que a lo mejor aparecía algún efecto raro por la mezcla. Yo me fui a casa tan contento y empecé a tomarme todo aquello.
A los pocos días, al levantarme por la mañana, fui a mear como siempre. Pero salía sangre. Bueno rojo brillante, igualito que la sangre fresca. Tengo poco conocimiento médico, pero sé que eso es muy jodido. Llamé al médico a toda leche (ya habíamos intimado suficiente como para tener su teléfono particular) y le dije que meaba sangre lo cual es bastante cercano a decir que me estaba muriendo...
-"No te preocupes, la coloración de la orina es un efecto secundario"
Respiré aliviado. Seguí mi tratamiento.
Pero a los tres días me desperté y note algo raro. Notaba que me tiraba, mucho, el pantalón del pijama. Miré y me emocioné. Tenía "aquello" de un tamaño para sonrojar a cualquier actor del ramo. Era una cosa desproporcionada (y yo paso del metro ochenta). No sabría decirlo en palmos pero humillaba a los vasos de tubo.
Y que diámetro.
Superaba holgadamente una taza de café.
Aquello era colosal. Un molde para obeliscos.
Otro día sigo con la historia...

lunes, 28 de junio de 2010

Cómo acabé con una cicatriz ahí (1ª parte)

Si. Ahí justamente.
El Chico de la Consuelo me ha recordado esa historia y cómo no la he contado en el blog y es divertida, ala aquí va.
Pero las historias para contarlas, hay que hacerlo bien y despacio. Yo soy muy bueno contando historias. De hecho soy el que se inventó la historia del hombre que descubrió las patatas fritas. Eso lo contaré otro día. Y para contar bien la historia tengo que aclararos una pequeña cuestión profesional. El problema de cuando un veterinario va al médico.
Cuando vas al médico si eres un veterinario normal te callas. Es mejor no decirlo. Ahora, si sale el tema, tienes un problema. Los médicos conservan una especie de rabia contenida hacia los veterinarios. Claro, ellos estudian una especie animal y tú todas las demás…eso les frustra. Saben además que no te pueden engañar con expresiones como “idiopática” o “iatrogénica” porque tú también te las sabes. Así que hay dos opciones.
Entras y le dices los síntomas, el diagnóstico y con qué te estás tratando (porque siempre nos empezamos a tratar solos). Tipo: hola soy veterinario, tengo un eccema granular por herida con pelo duro de cerdo. Principio de sarna. Me estoy dando antifúngico y corticos. Se me ha acabado la cortisona ¿me das un receta?. Ahí surgen las opciones. El médico prudente calla, piensa y te da la receta. El imprudente…ese se empeña en saber más que tu. Te va a intentar demostrar que el diagnóstico o el tratamiento están mal. Comienza así un peregrinar que puede suponer cuatro o cinco visitas hasta que se llega a un acuerdo.
Con esta aclaratoria, previa y necesaria, empieza la historia de verdad.
Cuando yo era un tierno veterinario recién licenciado, con grandes lagunas en mi formación, me apuntaba a lo que fuera para aprender. Había entonces un trabajo que nadie quería hacer más que los tiernos veterinarios que no sabían nada. Vacunar de Brucelosis.
La brucelosis es una enfermedad de los animales (de muchos) que tiene la mala costumbre de transmitirse a los humanos. Y da las famosas “fiebres de Malta” que no molestan mucho pero duran…toda la vida. Así que un señor veterinario que tenía dónde caerse muerto, cuando le sugerían que había que vacunar con vacuna viva (o sea la que puede infectar al hombre) decía que ni por el forro. Y ¿quién lo hacía?. Justo. Los que no teníamos ni para una caña.
El trabajo no era difícil. Te ponías un mono blanco que te cubría hasta e pelo, mascara, gafas, guantes…y te metías en una granja de ovejas. A 38º en el exterior…calcular el peso que se perdía y lo cómodo que resultaba todo ese tejido que ni transpiraba ni dejaba pasar una mota de polvo. La vacuna, eso si, era fácil de poner. Dos gotas de colirio en el ojo de cada oveja. Claro, muy fácil…eso es porque no habéis cogido una oveja en vuestra vida. Para coger a las ovejas hay que apelotonarlas todas y luego ir enganchándolas una a una, las vacunas, las vas sacando, queda más hueco, se revuelven…
Calcular el calor y el polvo que se forma…
Pero bueno, yo hacía mi curro con la alegría y la inconsciencia de un joven ilusionado.
Cierto día, en cierto pueblo, al acabar de vacunar cuatro mil ovejas, vino un ganadero del pueblo que tenia veinte cabras a ver si por favor se las vacunaba. Mi compañero (íbamos por parejas) estaba recogiendo y reventado. Así que yo, en un alarde de simpatía decidí que lo hacía. Era el último día antes de mis vacaciones.
-¿No te llevas mono ni guantes ni nada?-me dijo.
Habíamos vacunado esa campaña unas 20000 ovejas. Sin ningún problema.
-Para veinte putas cabras no muevo el coche. No va a pasar nada- contesté en una frase que aún hoy es recordada…
Salte la puerta del chamizo con el bote del colirio. El ganadero iba sujetando las cabras y yo ponía la vacuna. Sujeta de la barbilla, levántale la cabeza, y, cuando la gotita colgaba del bote de colirio…la puta cabra estornudo.
El estornudo fue a parar directamente a mi cara. Baba, moco y, si, la vacuna que estaba a punto de caer.
Con chulería y valor, me limpie con la manga y seguí sin inmutarme. Pero sabía lo que iba a pasar.
Bueno todo no.
No sabía que acabaría con una cicatriz ahí.