martes, 14 de octubre de 2014

Humedad, presión, vapor...

Mi contacto en Medellín tiene un coche superlativo. Algo así como el Halcón Milenario, con todo tipo de luces y mandos, blindado y tapizado en cuero. Un coche en el que podrías quedarte a vivir. Cuando pones marcha atrás, el una pantalla se ve el coche visto desde arriba con todo su perímetro y las líneas de tendencia en la maniobra... No es un coche. Es EL COCHE.
Total que mi contacto en Medellín (¿a qué mola tener un "contacto" en Medellín?), me llama para decirme que antes de ir a trabajar (conmigo) tiene que pasar por la fiscalía por un tema de unas tierras. Que luego le viene mal volver a recogerme, que cómo lo hacemos. Le tranquilizo, le digo que pase a por mi, mientras él está en la fiscalía yo me quedo en la bestia, perdón EL COCHE, y luego seguimos ruta.
Así que mi hombre en Medellín, (si, ya, encima de tener un cochazo queríais que fuera una tía buena, claro...) se va a la fiscalía y me deja en El COCHE. Abro un poco una ventanilla de adelante, un poco una de atrás del lado opuesto, para crear una corriente agradable en Medellín, la ciudad de la eterna primavera, dónde nunca hace un calor excesivo, y me siento atrás a trabajar, saco el portátil y me pongo a ver Hijos de la Anarquía, digo a trabajar como un loco.
A veces, juego con mi alianza. Es el único anillo que llevo y a veces jugueteo con el me lo saco, lo cambio de dedo...La Parienta me ha avisado mil veces. "Cómo un día la pierdas... cobras".
Empiezo a jugar con la alianza, del anular al corazón, luego al índice y... se cae. La veo botar en el suelo alfombrado y meterse bajo el asiento delantero.
Respiro hondo y me agacho a mirar bajo el asiento. La alfombrilla, los railes del asiento, una tapa y dos conductos de calefacción / aire acondicionado. No está la alianza.
Respiro hondo y me levanto.
Hay tres situaciones en la vida que me hace sudar. Mucho. A saber, beber cerveza en exceso, comer picante y ponerme nervioso. Empiezo a chorrear.
Me intento tranquilizar mientras apago y recojo el ordenador y me repito que la alianza está ahí, que no ha podido ir muy lejos. Y que además La Parienta será buena y comprensiva si vuelvo de Colombia sin la alianza... si... sudo más.
En ese momento rompe a llover, como sólo llueve en Medellín, con tormentas de media hora en la que cae el agua de tres o cuatro días de invierno gallego.
Me lanzo de cabeza hacia el puesto del conductor para cerrar las ventanillas a toda pastilla, evito que se moje el cuero de los interiores y pongo el aire acondicionado. Aprovechando que estoy allí, muevo las palancas para desplazar (electrónicamente, por supuesto) los asientos hacia delante. Después de eso me arrojo al suelo y me lanzo a buscar mi anillo. Revuelvo las alfombrillas, palpo el suelo palmo a palmo. No está.
Sudo.
En ese momento el coche lanza un pitido y me avisa que para preservar la batería, procede a apagarse y desconectar el aire acondicionado. Y lo hace. La humedad de mi sudor empieza a empañar los cristales casi al instante. Me lanzo otra vez a las profundidades del coche. Infructuosamente.
Pienso en que tengo que convencer al dueño para ir al taller y desmontar pieza a pieza el circuito del aire... pienso en que pasará de mi. Me imagino a La Parienta mirando mi dedo desnudo acusadora. Llaman al teléfono y corto sin mirar quién es. Decido salir afuera para entrar por la puerta delantera y mirar desde ahí.
Error.
Salgo y me ducho vestido. La lluvia en Medellín es como en las películas, continua, en chorros no en gotas. Vuelvo al coche por dónde he salido, empapado, transpirando. la puerta (y su interior de cuero) han quedado empapados, me afano en secarlos con mi pañuelo.
Sudo, pienso, me vuelvo a agachar, vuelvo a ver los railes, la ventilación, la tapa...un momento. Levanto la tapa y ahí está mi alianza.
Me la pongo, feliz, recompongo mi figura y coloco los asientos en su sitio. Ha dejado de llover.
En ese momento mi contacto en Medellín abre la puerta con cara de susto. Ve todos los cristales empañados, el coche lleno de un vaporcillo como de lluvia con olor a sudor. Y a mí, chorreando (de la lluvia y el sudor), al fondo del coche con cara de susto.
-¡¡¡Pero haberme dicho que no sabias encenderlo!!!!, ¡Que casi te deshidratas sin el aire acondicionado!...¿Por qué no has bajado un poco la ventanilla por lo menos?.
Me mira como si yo fuera un completo gilipollas...
Renuncio a explicarle nada.