viernes, 23 de noviembre de 2012

Salud mental en el límite


 

Yo creo que no soy un psicópata. Ni estoy especialmente mal de la cabeza. Es la puta crisis, la situación actual la que genera estas obsesiones. Y creo que son muy habituales.

El caso es que llega por la mañana un jefe de lo del pollo frito. Un jefe de nivel bastante alto, del staff más guay. Y te dice “Gonzalo, pásate luego por mi despacho que tenemos que hablar”. Y organizas las cosas y pasas. Pero está ocupado. “Pásate dentro de un rato”.

Y te vuelves a tu sitio y por curiosidad empiezas a repasar los papeles a ver si has hecho alguna pifia. Y esperas un rato y vuelves a pasar pero está reunido.

Sigues currando con una la mitad de la cabeza, la otra mitad en el reloj para que no se te escape el tío antes de hablar contigo.

Y empiezas a pensar que la última vez que ese jefe “habló” con alguien fue para darle el finiquito. Y empiezas a pensar que la empresa del pollo frito va bien, sin problema, pero que vete a saber. Que tú curras lo tuyo y lo de tu prima y lo de tres amigos. Pero que a saber si a alguien se le ha cruzado el cable. Y te han liado la 13-14 y te han buscado las vueltas.

Y entonces, cuando el jefe ese sale de la reunión vas a hacer como que te encuentras con él y le dices que lo de Tontolistán ya está en marcha y que si quiere algo más de lo que te había dicho. Y te dice que sí, que quiere hablar contigo pero que mañana. Y le dices “Pero, ¿es importante?” y te dice “si, mañana hablamos”.

Jodo.

Y te pegas toda la tarde haciendo encaje de bolillos, pensando que cojones has hecho. Si te van a liquidar o sólo a sancionar. Y lees noticias de desahuciados y te pones en lo peor. Y empiezas a hacer cuentas de que vas a hacer si te despiden. Y estas que no estás para nadie. No atiendes a tus hijos, no escuchas a La Parienta, piensas en que va a ser de ti mañana. En cómo está el país y el abismo al que vas si sale cruz. Y piensas que valientes hijos de puta los del pollo frito que ni valoran tu esfuerzo ni les importa lo que curras y lo bien que vas. Que te van a liquidar por la patilla.

O piensas que a lo mejor sólo se queda en una bronca. Que no has hecho nada mal, pero que ahora mismo firmabas que sólo fuera una bronca.

Y que eres un puto número y con la crisis los empresarios se aprovechan.

Y pasa la noche agobiado.

Y llegas al curro y vas mirando a tus compañeros, a ver si alguno se le ve en la cara que sabe algo. Y ves pasar el tiempo hasta que llega el jefe ese.

Y entras a su despacho, le miras y le dices “ya estoy aquí, tenias algo importante para decirme, ¿qué?”.

Te mira, piensa y te suelta:

-“Ah, sí, oye Gonzalo, por favor, pásame otra copia del informe aquel de Tontolistán, que la he perdido y la necesito”

-“Pero si además de por escrito te la pasé por mail…”

-“Ya, pero estoy super liado, imprímemela tu por favor…”

Yo creo que no soy un psicópata. Ni estoy especialmente mal de la cabeza. Es la puta crisis, la situación actual la que genera estas obsesiones.