El
rey de las sartenes está muriendo despacio. El rey de las sartenes tiene la
sangre muy enferma. Cada cierto tiempo, el rey de las sartenes va a Mordor,
allí le hacen una limpieza de la sangre y lo dejan para que aguante unos meses.
Cuando
iba a la oficina, el rey de las sartenes, que tiene su despacho al fondo del
pasillo; encontraba siempre un momento para entrar a mi despacho, sentarse y
charlar de cómo iba el pollo frito. Su gran ilusión, entrar en el negocio del
pollo frito. Su última apuesta.
Hace
meses que el rey de las sartenes no sale de su casa.
Los
hijos del rey de las sartenes y demás parientes se están aprestando a coger
buena posición en la parrilla de salida por la sucesión. Hasta el momento están
clasificados: un hermano, tres hijos, un cuñado y un yerno.
El
reino del pollo frito es un sinfín de nombramientos, departamentos de nueva
creación y contaje y recuento de sillas, sillones e incluso banquetas.
Mientras
tanto, los de a pie seguimos intentando currar.
Paso
un informe a mi jefe. Explico en diez folios como hay que seguir en Colombia,
acciones a desarrollar y futuro.
El
informe duerme el sueño de los justos, pasa como un mes y nadie hace nada. No
se autoriza ningún movimiento. La gente empieza a impacientarse.
Mientras
tanto, mi jefe, ha colocado en el reino de las sartenes a su mujer, una cuñada
y algún otro pariente.
Memorandum
de Ecuador, lo paso a mi jefe y a todos los jefes. Intentando que alguien haga
algo.
El
memorándum duerme el sueño de los justos. Paso a ver a uno de los príncipes llamados
a suceder al rey. Me corta en cuanto empiezo a explicarle “eso no es importante
ahora”, y se dedica durante dos horas a practicar conmigo el argumentario de
razones a presentar al rey para conseguir un aumento de sueldo para él y un
nuevo título en la, ya repleta de títulos, tarjeta de visita.
Es
la selva, la lucha por la sucesión. Todos quieren captar partidarios.
Impotentes
vemos como los enemigos empiezan a atacar las fronteras del reino. Vemos como
los nuevos brotes son pisoteados por la maquinaria desbocada. Cunde el caos en
el pueblo.
El
rey de las sartenes hoy ha venido a la oficina, al pasar por delante de mi
despacho ha entrado a darme la mano. Sin decir nada. Luego se ha ido, arrastrando
los pies, hasta el suyo. No ha abierto la boca.
Ve
como, poco a poco, su imperio se prepara para desmoronarse…