jueves, 26 de noviembre de 2009

Una entrada que hubiera preferido no escribir nunca

Un niño de 11 años se ha hecho una gayola en un autobús escolar del cole de mis hijos. No sabes si reírte o llorar. Cuando te dan esa noticia alucinas. Te bloqueas. Luego, hurgando, sale la historia completa. Exhibicionismo y amenazas a sus compañeros, para que no lo cuenten. Parece que fue varias veces.
Un niño de 11 años normal y de una familia normal. Tratas de buscar una justificación en su entorno. Buscas una familia conflictiva o desestructurada o algo. Pero no lo hay.
No sabes si es un monstruo, no sabes si es un enfermo. Intentas pensar en un trauma o en algún problema. Intentas calmar tu conciencia. No encuentras nada.
El colegio ha expulsado al niño.
Un niño de 11 años que, sobre todo, me da una pena enorme. Me gustaría verlo “desde el otro lado de sus pupilas”. Me gustaría ver que tiene dentro. Me gustaría entender que pasó. Me gustaría poder ayudarle. No sé si por él o por cambiar esa desazón que a mí me ha producido.
Que mierda hay en la sociedad para que pasen cosas así.

lunes, 23 de noviembre de 2009

Vocación y profesión

Mi profesión es algo vocacional, no digo yo que otras no lo sean. Pero no conozco ningún niño que de pequeño le preguntes que quiere ser de mayor y te conteste “censor jurado de cuentas”. De ahí deduzco que es más vocacional ser policía o bombero que ser por ejemplo registrador de la propiedad.
En mi caso, creo que todos los que estudiamos veterinaria lo hacemos por algún tipo de vocación o por lo menos afinidad con el medio. Luego hay (había) diferentes especialidades: Producción, Clínicas, Bromatología…que iban clasificando a la gente. Todos de una forma u otra, teníamos cierto “toque”.
El caso es que acabada la carrera, nos fuimos al campo laboral llenos de ilusión. Llegabas a tu primer trabajo con una especie de ilusión y miedo. Es la época que yo llamo de “Doctor en Alaska”. En mi caso tuvo todos los ingredientes que anhelábamos los que queríamos trabajar en granjas. Levantarse a las 5 de la mañana, hacer kilómetros sin conocimiento, llevar el coche lleno de mierda y aguantar un palmo de nieve en la carretera sin pestañear. Recorrer el Pirineo viendo explotaciones de todo tipo, hablar con la gente del campo, almorzar, lavarte en barreños de agua helada y cambiarte de ropa al raso. Si al estudiar me hubieran pedido cómo quería mi trabajo ideal hubiera diseñado ese.
Cuando se te va enfriando la ilusión, descubres que llevas dos o tres años currando y eres igual de pobre o más que cuando empezaste. El campo es duro, la vida sacrificada y no atan los perros con longaniza.
Hay dos formas de salir adelante. Una, la de los valientes, es lanzarse. Se van a vivir allí, se implican a fondo y construyen una vida nueva en el entorno rural. Eso no es fácil para los que somos de fuera. Pero ahí están. Unos cuantos compañeros se metieron. Les fue bien en general.
La otra salida, la de los cobardes, pasa por claudicar. Nos damos cuenta de que el dinero no está ahí y tenemos que buscarlo dónde quiera que este. Y así nos lanzamos a las empresas. Las farmacéuticas, las químicas, las grandes compañías agroalimentarias…Todas te reciben de mil amores. Te limpian de idealismo, te cuentan la realidad de la vida y te lanzan a la guerra.
Y así pasa a ser un número en las estadísticas, infravaloras tu trabajo y tus ideas y te sometes. Y trabajas a las ordenes de capullos integrales que no entienden la mitad de los procesos que tú conoces. Que no saben por dónde hay que ir y por donde no. Aguantas y soportas todo porque a esas alturas ya tienes hipoteca, hijos…
A veces te encuentras con un compañero y os miráis con una mezcla de alegría y vergüenza. Y recordáis los tiempos de andar “pisando mierda”.
Pero también a veces, miras alrededor y ves que más o menos a todo el mundo le va igual. ¿Quién hizo Derecho para ser encorbatado hijo de puta en un despacho que putea a viudas y huerfanitos?, ¿quien hizo medicina para ganar pasta gansa poniendo tetas y cortando penes?, supongo que nadie pensó en dedicarse a dar a la tecla de “embargo” en la oficina de la Caja…Creo que estudiamos en una Universidad que estaba demasiado lejos de la sociedad, creo que ahora con los módulos tres y demás andan más en la realidad del mercado laboral. Hay veces que pienso que mi profesión está muerta o enferma. Luego miro al resto de la gente…
Y piensas que no es tu profesión, que es la sociedad la que está enferma.