Ayer escribí un post que no era el que quería escribir. Ayer leí el post de Molinos y decidí pasar silbando y dedicarme a otra cosa. Y meter un post de coña, en plan cachondeo, que pensaba hacer cualquier día; a ver si así se me iba de la cabeza lo que me rondaba. Pasaba y me dejaba más tranquilo.
Pero no se va.
Y es que entiendo a Molinos, pero porque me pasa algo parecido.
Viajo, viajo mucho. Tengo una temporada en que me como el mundo. Nunca he tenido especial miedo a viajar. Me he hecho 50 ó 60000 kilómetros al año en el coche sin importarme. Me he hecho más de 1000 kilómetros en un día sin cansarme demasiado. Sin pensar en riesgo y sin miedo.
Pero ahora es distinto.
Ahora llevo una vida (al menos los primeros meses, luego se suavizará) en que me despierto en un país, salgo para otro, vuelvo y me vuelvo a marchar. Y estas a muchas horas, incluso a días de tu familia, de tu gente y de tus cosas. Me da miedo.
Me da miedo, por supuesto, matarme en el avión. Eso no tiene remedio. Pero me da más miedo no estar. No poder estar. Recuerdo una noche que La Parienta estaba hecha polvo con mi hijo que llevaba tres noches sin dormir. Yo estaba de viaje con un compañero a dos horas de casa. Lo dejé en el hotel, vine a casa y estuve con La Parienta. Le di algo de apoyo. A la mañana siguiente aparecí a desayunar en el hotel y aquí no ha pasado nada.
Ahora no. Ahora si pasa algo estoy a muchas horas de avión, ahora no puedo apoyar, ni nada. Ahora soy un sujeto pasivo que está en la otra punta del globo. Y pase lo que pase no se puede contar conmigo. Y si alguien está malo, y si alguien necesita un abrazo, o un poco de charla…yo ni estoy ni se me puede esperar.
Y soy un cabrón y un vago por pensar esto y sé que tengo que estar contento por tener curro pero pienso a veces que tengo derecho a otra cosa, y que me voy a quedar en mi casa con los míos, que no tengo porque andar dando tumbos por ahí…pero me rehago, me sacudo a la angustia y me agarro a la escalerilla del avión murmurando “más cornadas da el hambre”.
Y espero que los míos lo entiendan igual que yo. En fin, que me estoy volviendo tan blandengue que hasta me he tenido que sincerar con vosotros...
Pero no se va.
Y es que entiendo a Molinos, pero porque me pasa algo parecido.
Viajo, viajo mucho. Tengo una temporada en que me como el mundo. Nunca he tenido especial miedo a viajar. Me he hecho 50 ó 60000 kilómetros al año en el coche sin importarme. Me he hecho más de 1000 kilómetros en un día sin cansarme demasiado. Sin pensar en riesgo y sin miedo.
Pero ahora es distinto.
Ahora llevo una vida (al menos los primeros meses, luego se suavizará) en que me despierto en un país, salgo para otro, vuelvo y me vuelvo a marchar. Y estas a muchas horas, incluso a días de tu familia, de tu gente y de tus cosas. Me da miedo.
Me da miedo, por supuesto, matarme en el avión. Eso no tiene remedio. Pero me da más miedo no estar. No poder estar. Recuerdo una noche que La Parienta estaba hecha polvo con mi hijo que llevaba tres noches sin dormir. Yo estaba de viaje con un compañero a dos horas de casa. Lo dejé en el hotel, vine a casa y estuve con La Parienta. Le di algo de apoyo. A la mañana siguiente aparecí a desayunar en el hotel y aquí no ha pasado nada.
Ahora no. Ahora si pasa algo estoy a muchas horas de avión, ahora no puedo apoyar, ni nada. Ahora soy un sujeto pasivo que está en la otra punta del globo. Y pase lo que pase no se puede contar conmigo. Y si alguien está malo, y si alguien necesita un abrazo, o un poco de charla…yo ni estoy ni se me puede esperar.
Y soy un cabrón y un vago por pensar esto y sé que tengo que estar contento por tener curro pero pienso a veces que tengo derecho a otra cosa, y que me voy a quedar en mi casa con los míos, que no tengo porque andar dando tumbos por ahí…pero me rehago, me sacudo a la angustia y me agarro a la escalerilla del avión murmurando “más cornadas da el hambre”.
Y espero que los míos lo entiendan igual que yo. En fin, que me estoy volviendo tan blandengue que hasta me he tenido que sincerar con vosotros...