lunes, 1 de abril de 2019

Como nos iniciamos en lo del deporte...


A mi me dolía la espalda y un montón de cosas. Básicamente, supongo, por la vida sedentaria y por conducir unos 40.000 km al año.
Mis amigos, estaban más o menos igual, todos nos damos a la vida sedentaria con sus oportunas dosis de gula. Lo cual seguramente no es lo más aconsejable para la salud del cuerpo, aunque nos viene muy bien para calentar el alma.
Total, que en un evento gastronómico que no recuerdo (porque tenemos muchos) salió el tema de porque no nos poníamos a hacer deporte. Nada en plan competición ni similar, sólo para “cuidarnos” un poco.
Cuando dijimos cuidarnos un poco, delante de nuestras respectivas parientas, intercambiamos entre nosotros miradas que entendimos a la perfección. Miradas que decían que por cada gota de líquido que perdiéramos, habría de entrar otra de cerveza en su lugar y por cada gramo quemado, uno o más se repondrían. Y todos lo entendimos así.
Quedaba por decidir a qué estúpido entretenimiento íbamos a aplicar nuestra poco sana intención de cuidarnos. Salió a colación que ECDC y JB (que es abstemio pese a sus siglas) iban a clases de Pádel. Los otros dos intrigantes, que no habíamos jugado al Pádel en nuestra vida, teníamos formación tenística de nuestra juventud. Y afirmamos con rotundidad que seríamos capaces de ganar a cualquiera al Pádel, al tenis, al frontón o incluso a correr por la nieve con raquetas porque los dos éramos dignos herederos de McEnroe, Borj e Ivan Lendl pese a lo que nuestro físico pudiera parecer.
Lanzado el guante, EDCD y JB aceptaron medirse con nosotros en la pista de juego. Ante esta situación, M (el cuarto en discordia, mi compañero ex tenista) y yo acudimos raudos al Decathlon a comprarnos una pala de Pádel cada uno. La segunda más barata concretamente.
Faltaba por encontrar un sitio para el encuentro. Buscar cualquier cosa con ECDC involucrado lleva unos años siendo una mierda. ECDC en su calidad de asesor de empresas asesora a gente de todo tipo y condición. Lo cual puede llevar a sitios muy buenos para tomar cerveza, a sitios raros como tiendas eróticas con el nombre de su mujer o incluso a pistas de Pádel.
ECDC había asesorado a un tío que había montado un negocio de pistas de Pádel. Así que quedo en reservar pista…pero no nos contó donde estaba el lugar.
La Vetusta donde vivimos esta cruzada por un río de este a oeste, tremendamente caudaloso. En Vetusta se unen dos afluentes, uno por el norte y otro por el sur. El que ataca al principal por el sur, discurre sus últimos metros soterrado y luego sale para unirse al rio grande.
En el punto donde se unen el rio y su afluente del sur, se concentra una humedad considerable y abunda la vegetación salvaje. El afluente además viene de un túnel húmedo y freso, oculto de la luz solar, muy adecuado para la cría de toda clase de insectos.
Pues bien, en ese punto estratégico, donde se crían insectos, especialmente de los molestos, un joven emprendedor, asesorado por ECDC ha montado unas pistas de Pádel. Al aire libre.
Nuestro encuentro iba a tener lugar una tarde de Septiembre, justo a la hora en que el calor afloja y los jóvenes culícidos salen en busca de alimento. No sólo los mosquitos locales, también esa especie invasora conocida como mosquito tigre, de picadura especialmente dolorosa y sangrante.
El caso es que ECDC aviso unos días antes: “igual sería bueno que llevarais repelente de insectos…”
Yo no tuve problema, tengo en casa repelente del que llevé a Angola para evitar la malaria. Un repelente de última generación y con un grado de protección extrema. Me lo puse y acudí a la cita.
Antes de empezar, ECDC saco un bote como de leche condensada pero de litro y medio y se extendió una cantidad muy generosa por el cuerpo. Cuando le preguntamos, nos dijo que era el último descubrimiento de la nuera de la Consuelo. Un frasco de no se qué producto que era un repelente buenísimo…
Empezamos a jugar. Justo a la hora en que caía el sol y los jóvenes mosquitos criados en el subsuelo de la ciudad, a la sombra de depredadores y del calor, salían a alimentarse llenos de hambre y fuerza. Y se encontraban con nuestras carnes, no excesivamente duras y no demasiado correosas…
A los pocos minutos de estar allí, teníamos el cuerpo deformado. No por la gula que lo deforma de la belleza dogmática. Por las picaduras.
Juro que jamás me pico un mosquito en Angola, y también juro que, a los mosquitos locales, los autóctonos y los tigre, mi repelente les dio risa.
No recuerdo mucho del partido, sobre todo el zumbido constante y como empezaron a doler las piernas. Al poco de empezar corrimos a bañarnos en el líquido blanquecino que La Parienta de ECDC juraba que era repelente. Juraba en falso la condenada.
De resultas de aquel encuentro, yo conté unas 50 picaduras en mi cuerpo, varias de ellas de mosquito tigre. M andaba más o menos igual, y afirmaba que tenía las piernas adormecidas varios días después del partido…
Nada parecía indicar que volviéramos al deporte.