Se enamoró de ella en la facultad, cuando ambos eran muy jóvenes. Ella tenía un novio de toda la vida, desde los 15, y él se mordía la lengua para no decirle nada.
A veces cuando nos habíamos tomado unas copas y era noche cerrada me decía “Gonzalo, llévame a su casa” y yo cogía el coche y nos plantábamos debajo de la ventana de ella, sentados en el capó, a fumar y a rumiar sus penas de amor.
Se fue al extranjero un tiempo, para olvidarla, y volvió peor. Al poco de llegar de vuelta, ella se casó con su novio de siempre. Ese día el se bebió todo.
Ahora ella está casada y tiene hijos. El sigue soltero.
El otro día me lo encontré y nos fuimos a cenar. Hablamos, bebimos y acabamos debajo de otra ventana, en otra casa. El había averiguado su nueva dirección.
“Ella cree que es feliz, Gonzalo, pero nadie la amará nunca como yo la habría amado”
Yo, que iba con una cogorza regular, no supe que decirle. Sigo sin saberlo. No sé si es un imbécil o un romántico. No sé si es la historia de un amor o de una obsesión absurda.
Pero creo que ya no estamos en la edad de andar debajo de la ventana de nadie.
A veces cuando nos habíamos tomado unas copas y era noche cerrada me decía “Gonzalo, llévame a su casa” y yo cogía el coche y nos plantábamos debajo de la ventana de ella, sentados en el capó, a fumar y a rumiar sus penas de amor.
Se fue al extranjero un tiempo, para olvidarla, y volvió peor. Al poco de llegar de vuelta, ella se casó con su novio de siempre. Ese día el se bebió todo.
Ahora ella está casada y tiene hijos. El sigue soltero.
El otro día me lo encontré y nos fuimos a cenar. Hablamos, bebimos y acabamos debajo de otra ventana, en otra casa. El había averiguado su nueva dirección.
“Ella cree que es feliz, Gonzalo, pero nadie la amará nunca como yo la habría amado”
Yo, que iba con una cogorza regular, no supe que decirle. Sigo sin saberlo. No sé si es un imbécil o un romántico. No sé si es la historia de un amor o de una obsesión absurda.
Pero creo que ya no estamos en la edad de andar debajo de la ventana de nadie.