lunes, 5 de diciembre de 2011

Pequeña historia de ficción que no tiene nada que ver con algo sucedido hace más o menos un año


B. llegó al trabajo de mal café. Era un día gris de mierda, con viento. De los que no le gustaban. No le había dado tiempo a tomarse el café de la mañana, las obras le habían hecho perder tiempo como para no poder ir al bar a desayunar. Por si fuera poco, tenía un montón de trabajo y no llegaba, le asaltaba la sensación de que se estaba dejando cosas pendientes, continuamente. Había discutido con su madre por teléfono, con su compañera de piso en persona y con su novio por mail. La semana era completa. Y además tenía la regla. Y aquello no olía a nubes ni a rosas.
Se sentó delante del ordenador asqueada, con el mal sabor de boca del despertar, sin matarlo con café, esperando a ver cuando podía escaparse. Se puso a revisar todos sus clientes de la ETT, comprobando que hubieran recibido los esclavos en el tiempo previsto. Y entonces lo vio.
Un golpe de corriente eléctrica le bajo desde el centro de la cabeza a los ovarios, una descarga que la paralizó. La había cagado, pero bien.
Uno de sus clientes, de los buenos, de los que iban bien y pagaban, le había encargado hacía poco una selección de personal. Normalmente le pedían peones y operarios, pero esta vez no. Esta vez le habían pedido un trabajo de verdad, no de ETT, le habían encargado una selección de un ejecutivo de nivel alto. De los que normalmente seleccionaban ellos directamente. Iban tan agobiados que le habían pasado la selección a ella. Y ella la había guardado, pensando que por fin iba a poder poner en marcha todo lo que sabía, los test, las entrevistas…todo lo aprendido en el master lo iba a ejercitar y, por una vez, no iba a ser como una tratante de esclavos.
Pero se había olvidado. La mierda de los encargos y recuentos del día a día le habían hecho olvidar aquel encargo especial.
Y mañana acababa el plazo. Y tenía que mandar un candidato, al menos, que cumpliera con los requisitos. Se agobio, mucho. Tenía ganas de llorar pero no tenía tiempo. Respiro y pensó en las opciones que tenía. No podía tirar de archivo, hacía meses que no se hacía una selección seria. Con la que estaba cayendo…
Se decidió a meterse en Internet, saltarse todos los procedimientos y los pasos y buscar a la desesperada. Tenía claro lo que iba a hacer. Un tío que hubiera pasado por alguna multinacional. Que hubiera superado pruebas y test y de todo, que estuviera bregado en selecciones. Así se aseguraba que iba a dar el perfil delante del cliente. Aunque todo fuera un montaje puro y duro.
Estuvo dos horas buscando en los portales principales del ramo. Y entonces lo vio. Cumplía todos los requisitos. Era algo mayor pero valía perfectamente, no era del sector pero casi. Y tenía referencias y experiencia como para garantizar que no era un cantamañanas…podía valer. Quedaba una parte que iba a ser complicada. A ver si salía. Cogió el teléfono y llamó directamente al móvil que figuraba en el currículum.
-Diga
-¿Gonzalo?
-Si
-Le llamo de la empresa de selección TAL, tenemos un puesto que podría interesarle. Nos gustaría hacerle una entrevista.
-De acuerdo- tenía voz de mayor, joder esperaba que no hubiera mentido en la edad, estaba casi en el límite- ¿Cuándo quieren que vaya?
Ahora, a ver si cuela, a ver si sale por fa, pensó B…
-Pues… ¿dentro de hora y media podía ser?- no había podido controlarse algo de angustia se le había escapado por el teléfono.
Hubo un silencio, unas décimas de segundo de silencio, y luego sonó su voz, grave.
-De acuerdo, dentro de hora y media.
Colgó el teléfono. La primera parte había salido bien, ahora faltaba algo más. Tenía que llegar el tal Gonzalo, tenía que ser un presentable, tenía que no ser un capullo ni haber mentido en el currículum. Y si todo eso encajaba, tenía que mandarlo a una entrevista, mañana, con la empresa cliente. Sin decírselo claramente, pero haciéndole entender que en teoría era el producto resultante de un complejo proceso de selección. Para eso hacía falta una conjunción de casualidades como para asustar a cualquiera. Pero bueno, algo tenía que salir bien en esta semana de mierda.
Se paso la hora y media mirando la puerta, con aprensión, pensando en quien iba a venir que le iba a resolver la papeleta o a hundir en la miseria, a hacerle quedar mal con su cliente, con sus jefes…mejor no pensarlo. Sobraba gente en la calle como para meter la pata…
-¿B?
-¿Si?
-Soy Gonzalo
Había entrado sin que le viera. Suspiro aliviada, era normal, parecía normal. No parecía ni psicópata ni raro. Y desde luego no había mentido en la edad. De hecho no aparentaba ni los cuarenta.
Empezó a explicarle el puesto, el contestaba, seguro, claro. Estaba claro que sabía lo que era una selección, que había pasado mil y que delante del cliente no la iba a dejar mal, iba a salir airosa, le hicieran las pruebas que le hicieran. Podía salir bien. Y encima tenía una voz que te relajaba y te daba confianza. Empezó a tranquilizarse y, tras el subidón del stress, se le llenaron los ojos de lágrimas. Por fin, algo iba a salir bien.
-Perdona, ¿estas bien?- El tío le había notado algo. Y aún no le había contado ni la mitad de la historia…
-Si, si…es que es una semana muy dura. No es un buen día, sigamos…
-¿quieres que vayamos a tomar un café y seguimos?, creo que te hace falta. Eso si, me tendrás que invitar tu que el paro es duro.
La miraba y sonreía. Mierda, tenía que salir bien, seguro. Ese tío tenía que valer y tenía que echarle un capote.
Cogió el bolso y salió a invitarle a un café. Y a contarle el resto del marrón.