jueves, 8 de mayo de 2014

Nunca seré esclavo de mi miedo.

Pues erase que se era, en el reino del pollo frito, que todo iba de fábula. Fluía la pasta, aumentaba el negocio...El asunto era la envidia de muchos. Y la soberbia del Rey del Pollo frito.
Y la gente venía al reino del pollo frito y pedía "por favor contrátenos", y como hay mucho paro, aceptaban condiciones inhumanas, rayando en la esclavitud.
Y entonces, el Rey del Pollo frito empezó a mirar alrededor, y pensó que si tenía sometidos a los nuevos,  porque los que llevaban más tiempo no iban a someterse también. Y así empezó en Navidad diciendo que por qué no salíamos de viaje los domingos en vez de los lunes.
Yo me negué.
Quede claro, que cuando hace falta yo me paso un fin de semana o un festivo fuera de casa. Sin ninguna retribución ni recuperar el día, eso estaba establecido desde el primer día. Pero lo de salir de viaje los domingos, es regalar a la empresa 20 domingos al año. O sea, un mes de trabajo gratis.
Luego empezó a poner más requisitos absurdos, para presionar. La gente fue actuando como comprendía que era mejor para su situación. Yo un día trace una línea donde estaba mi dignidad (poca, es cierto) y dije "el día que la pasen...se acabó".
Bueno, pues de vuelta del último viaje, la empresa me propone irme cuatro meses a vivir al fin del mundo. Luego venir 15 días de permiso, y salir otros cuatro meses. Sin ninguna garantía de continuidad después de eso.
O marcharme todas las semanas fuera de lunes a viernes durante dos años.
Pero resulta que yo tengo familia. Y vida. Y no quiero ganar dinero para llorar en los hoteles o bebérmelo en el fin del mundo.
Y decidí que hasta aquí.
No se si era un pulso para ver lo sometido que estaba, o ganas de liquidarme porque ahora la gente entra por la mitad de lo que ganaba yo.
Pero nunca seré esclavo de mi miedo.
Y si he tenido huevos de coger infinitos aviones, tengo huevos para decir que no. Y enfrentarme otra vez al miedo negro y a la incertidumbre, al insomnio y a lo que salga.
Y a tener 43 y estar en el paro.
Ni consulte a La Parienta. Dije que no.
Me despidieron y me fui a buscarla. y no nos fuimos a comer por ahí para celebrarlo de milagro.
Con un par. Podremos con esto.

lunes, 5 de mayo de 2014

Young Duquesa versus comida


Ha tocado hacer el primer viaje con Young Duquesa. A Sudáfrica, el territorio en el que supuestamente es experta (pese a no haber estado nunca).

Aquí el menda, con el tiempo, ha estado ya cuatro veces en Sudáfrica. Mal que bien conozco el negocio del pollo frito allí y un poco el país. De hecho tengo un chofer de confianza que es de las cosas más importantes cuando vas a Sudáfrica.

La Young Duquesa tendrá otros fallos, pero por lo menos es prudente y me deja organizar el viaje y no estorba. Nos recoge mi chofer negro con su Mercedes blanco. Surge el primer problema con la primera comida.

Young Duquesa (YD en adelante que me canso), es como todas las del este. Flaca y obsesionada con la línea (y con el cuerpo en general, están en una competición constante con toda mujer a su alrededor). Su ideal de belleza debe ser que al hundirte un dedo en la tripa te salga por la espalda, o algo así. Además es insultantemente joven. Tiene 24 años, que conmigo la sitúa en otra generación. Para hacernos una idea de la diferencia, cuando ella nació ya existían los móviles.

Total, que en la primera comida que tenemos, sugiere una pizzería, un burger, uno de ensaladas o garitos similares.

Y le tengo que hacer una pequeña composición de lugar. Algo así como que Sudáfrica es uno de los países con mejor carne del mundo. Y que no vamos a andarnos con mariconadas. Con lo que se vaya preparando porque esa dieta de comida light y medio vegetariana que lleva, a base de comer platos presuntamente sanos en establecimientos insanos se va a acabar. Vamos a comer bien. Poco, si quiere, pero bien.

Como primera opción, en Johannesburgo, vamos a uno de mis restaurantes favoritos. Es una carnicería de carne de Brahma sudafricano. Una mezcla de vaca de carne buena (Angus, Shorthorn, Hereford…) con animal salvaje local. En Sudáfrica lo cruzan con búfalo. Lo bueno de este restaurante es que no es tal. Es una carnicería. Tú entras, eliges el trozo de carne que te apetece, el tamaño y cómo quieres que te lo preparen. Y te sientas en la trastienda a esperar que te lo sirvan.

YD, al ver el mostrador de carnicería. Pone una cara rara. Y mira para otro lado mientras me pide a mí que elija por ella por favor. Le elijo solomillo, para que no se queje.

La verdad es que se lo comió todo, sin quejarse.

Al día siguiente nos invitaban a comer unos de allí. Por supuesto la comida era de carne a la brasa, en uno de los sitios típicos por cerca de Pretoria. Preguntaron que queríamos. Ella, después de aclarar que no era vegetariana (que en nuestro negocio está muy mal visto), dijo que si era posible, a veces, prefería comer verdura a carne. El sudafricano, blanco holandés puro, sin sangre negra ni inglesa, cazador y pescador como todos, se le quedo mirando y dijo:

-¡Ah!, no quieres carne, muy bien, entonces puedes comer pollo.

La YD, pidió mejor “la misma carne de ayer”. Como no era cuestión de que se acostumbrara al solomillo cada día, el aborigen y yo decidimos que esta vez lomo. También se lo comió, casi todo, sin protestar.

Aunque se hartaba de tomar té y todo tipo de líquidos, para bajar las comilonas, y confesó que su estómago le estaba empezando a fallar, intento seguir el ritmo de las comidas todos los días, Y yo creo que hasta le fue cogiendo gusto.

De hecho, un día le pedí para comer lo mejor que se puede comer en carne. Carne madurada nivel AAA. Y se lo comió sin protestar e incluso reconociendo que estaba buena.

No conseguí que probara la merluza, otro de los grandes platos para comer en Sudáfrica. Pero en conjunto respondió bien.

En el avión de vuelta, confesó que la comida había sido buena. Aunque creía que no para su línea.

Y le dije:

-YD, cuando empecé a trabajar aquí, hace 3 años y medio, yo pesaba 20 Kg. menos (mentira, pesaba 5 más), así que prepárate…

Y seguro que se ha pasado el fin de semana agobiadísima.