viernes, 21 de agosto de 2009

La globalización, los transgénicos y la extinción (2ª Parte)

A una empresa de las que se preocupan por el hambre en el mundo y el bien social y no su cuenta de beneficios “no-que-va-como-has-podido-pensar-eso” se le ocurrió la idea de modificar algún gen de el trigo para evitar el uso de pesticidas por ejemplo. Le metían un gen para sintetizar un repelente y ale, ya tenemos un trigo más barato de producir. Si alguien alegaba que eso era una modificación sustancial de la naturaleza de la planta, la respuesta la tenían en bandeja “es trigo”, con dos cojones y un palito. Como había una puerta abierta entraron.
De repente sucede que a esa empresa tan buena con la humanidad, se le ocurre que de paso que modifica ese gen, por el mismo precio hace estéril a la planta en cuestión. No por nada, sino para que los simpáticos agricultores le tengan que comprar la semilla año tras año, no se la vayan a producir ellos, los muy cabrones, y dejen de comprarme y se joda el negocio. Esto que en sí mismo no es más que una decisión comercial es el grave problema de los transgénicos.
El problema no es lo que sintetiza. Todo lo que se les hace producir, repelentes de insectos, anti-congelantes…todo es natural y no tiene ninguna consecuencia grave sobre la salud humana. ¿Dónde está el problema?. Que un transgénico tenga una u otra sustancia es un problema menor, que un transgénico no se reproduzca es el gran problema.
El problema menor, el que tanto asusta a las asociaciones de consumidores, no es tal problema, a base de experiencia en una o dos décadas se habrá solventado el tema de las alergias, las intolerancias y similares. Es simplemente una cuestión de prueba y error que pulirá el resultado en unos cuantos pases. De acuerdo que será un poco turbio al principio pero, tranquilos, la ciencia avanza que es una barbaridad. De hecho, ya estamos inspirando un montón de polen transgénico y esa ha sido la prueba de que no era perjudicial porque no les exigieron ninguna prueba preliminar, ya sabéis “es trigo”. Lo que ocurre es que los transgénicos están acabando con la variabilidad genética. Y eso es jodido, mucho.
Seguimos con el ejemplo del trigo. El trigo de España aparte de protagonizar el bonito refrán “Nueve meses han de transcurrir en el trigo para brotar, en la vaca para parir y en la mujer para alumbrar”, estaba adaptado a nuestro clima y nuestro suelo, con sequía y con calor. El de Ucrania supongo que soportará de puta madre el frío y la nieve. Son diferentes evoluciones de una planta madre común.
Esas evoluciones se hacen a base de la selección natural, un año muy frío mata las plantas menos preparadas, las que sobreviven están preparadas para el frío, se reproducen con otras que también y la descendencia lo está más. La planta tiene numerosas posibilidades genéticas y expresa unas u otras según el ambiente en que se desarrolla, eso va seleccionando el tipo de planta.
Pero cuando nuestros amigos de la Industria Química deciden que las plantas no se reproduzcan… están tocando los huevos a la y de la Madre Naturaleza. Estamos a expensas de que los científicos sean capaces de producir lo que hacía la naturaleza. Ellos tienen que sustituir a la evolución y lo que es peor, ellos pueden dirigir la evolución.
La decisión de no permitir transgénicos fértiles fue con el argumento absurdo de controlar los genes modificados, una estupidez como otra cualquiera porque los genes no se cruzan y no se iban a incorporar a ninguna especie rara salvo una presión selectiva natural. Pero eso sirvió para garantizarse el mercado a cambio de quitarnos nuestra mayor garantía de supervivencia. Y encima los productos con los que empiezan a trabajar no son las flores de Pascua, no, los cereales. La base de la alimentación humana y animal.

miércoles, 19 de agosto de 2009

La globalización, los transgénicos y la extinción (1ª Parte)

Me ha tocado explicar ya unas cuantas veces el tema de los transgénicos a “amigos” escandalizados por toda la movida que están organizando las ONGs “bien intencionadas” y las asociaciones de consumidores ignorantes. Tras repetir lo mismo unas cuantas veces he decidido ponerlo aquí por escrito para poder remitir a los sucesivos preguntantes.
Para explicar bien el problema hay que aclararse un poco, hay que explicar algún concepto básico. En genética, se define especie como “conjunto de seres vivos capaces de reproducirse dando descendencia fértil”. O sea, un caballo se reproduce con una yegua y dan un potro fértil, eso es porque son de la misma especie. Un caballo se trapiña a una asna y sale una mula que es estéril, eso es que no son de la misma especie y el caballo ha practicado la zoofilia.
Después de especie viene raza, ahí el problema se pone chungo. El asunto es que la raza no existe en genética por más que a Arzallus le joda. Es decir, la raza no son más que unos individuos que se parecen entre sí más que con el resto de la especie. Yo me reproduzco con una negra y sale un mulato fértil, porque somos de la misma especie. ¿En que nos diferenciamos la negra y yo?, pues para la genética en nada. Del mismo modo, para la genética no se diferencian un dálmata y un chihuahua, son un problema de parecidos nada más. Aquí empieza el intríngulis.
Cuando mejoraron las comunicaciones lo suficiente, surgió la posibilidad de transportar materias primas, que hasta entonces eran locales. Así, un año que faltaba trigo, a un listo se le ocurrió llenar de trigo unos vagones de tren en Ucrania (dónde ese año sobraba) y traerlo a Europa. Lo que pasa es que el trigo de Europa y el de Ucrania se parecían más o menos como yo y un negro candongo. Había determinadas proteínas diferentes, la composición de algunas sustancias cambiaba…Pero legalmente era trigo (era de la misma especie) con lo cual las autoridades, muy inteligentes y preparadas como siempre, tuvieron que aceptar aquello. Esa fue la forma de abrir la puerta a todo lo demás.
Empezaron a aparecer algunas consecuencias de eso, resulta que aumentó el numero de intolerancias y alergias alimentarias en la población, empezó a haber “factores anti-nutricionales” y algún otro turbio asunto…porque estábamos alimentándonos con unos productos que nuestro organismo no conocía. Llevamos siglos de evolución paralela a determinados ingredientes y ahora en un día los cambiamos. Para las autoridades aquello no fue un problema “es trigo” fue su respuesta. Imaginar un caníbal acostumbrado a comer negro africano musculado, sin grasa y fibroso, con una piel sin poros y con poco pelo. Ahora vais y le soltáis al caníbal un ejemplar de esos de USA con obesidad mórbida, blanco lechoso, sudoroso y peludo…Seguro que pasaba algo. “Es de la especie humana” sería la excusa de las autoridades…

lunes, 17 de agosto de 2009

El plasma

No me gusta la oficina, no suelo ir por allí. Me ha costado que mis jefes lo entendieran pero se han resignado. Aún así, hay días que es obligado. Por ejemplo el primer día de vuelta de vacaciones. Es importante porque hay que demostrar que has vuelto, que trabajas mucho y ya estas otra vez. El primer día, si no vas a la oficina no haces nada en casa y además no has quedado con nadie. Te pegas el día viendo la tele pensando en ponerte a currar. El segundo, si no has ido a la oficina el primero, tampoco haces nada y…así sucesivamente. También es importante para reafirmar la propiedad de tu plaza de aparcamiento y tu despacho.
Mi despacho no tiene demasiadas cosas. Una mesa que es algo pequeña por lo que uso otra más grande que hay para reuniones de cuatro o cinco personas, en esa es en la que trabajo. También tiene una pizarra que no uso nunca, bolis de la empresa, teléfono, conexión de banda anchísima…Tiene cuarto de baño privado. Eso sólo vale para dar envidia a los que no lo tienen.
Y el sofá. Mi despacho tiene un sofá de tres plazas. Me costó un poco hacer entender a los jefes porqué es importante un sofá: “hay temas que es mejor tratarlos, así, en distancias cortas y mirando al infinito…”. Coló y alguna siesta me he echado en él.
El caso es que al llegar esta vez de vuelta de vacaciones he notado algo extraño. He mirado un par de veces y me he dado cuenta. En frente del sofá tenía un plasma descomunal. Una tele con un huevo de canales. Puede que haya gente que necesite la tele para currar (gente de agencias de publicidad y de periódicos supongo) pero para mi trabajo es tan necesaria como un jarrón de la dinastía Ming por ejemplo.
Mi primera tentación ha sido llevármela a casa, robo de material de oficina y tal…pero he pensado que se darían cuenta. Así que he llamado al jefe supremo, me contesta un tía:
-¿Siiiiiiiiiiiiiiiii?
-¿Dónde está el jefe supremo?
-No está, ha salido a una urgencia (si claro, el calor y las pocas ganas de trabajar son urgentes) ¿Quién eres?
-Gonzalo, ¿tú sabes qué coño hace una tele cojonuda en mi despacho?
-El jefe mandó que te la pusieran
-¿Qué me la pusieran en el despacho o que me la dieran para mí?, la diferencia es sustancial.
La voz se ha vuelto un poco borde:
-Que la pusieran en tu despacho. Es un bien inventariado-aclara-. Ha debido notar mis tentaciones.
No sé si el jefe sospecha lo de mis siestas y ha decidido que pueda hacerlas de lujo, o sea, con un documental de La 2 de fondo, pero yo estoy tan contento.
No he hecho nada en todo el día más que ver la tele.