Muchas veces, en momentos de soledad e introspección, pienso
si todo esto que estoy haciendo me lleva a alguna parte. Si sirve para algo.
Quede claro, antes de empezar,
que yo todo lo que estoy haciendo, avión arriba, avión abajo, lo hago para
ganarme el pan. O sea que si sirve. Sirve para tener una nomina a fin de mes.
Algo que es un lujo hoy en día. Pero a veces pienso, si además de la nómina
esto que hago yo aporta algo. A mí. O sea, si sería igual estar en la oficina
ocho horitas o el hecho de andar viajando por el mundo como el que anda por su
ciudad me aporta algo.
Si seré diferente, si sacaré algo
más además de mi salario.
A veces empiezo a repasar a gente
con la que he tratado y he charlado, a recordar momentos y voces, para tratar
de obtener una enseñanza.
Y recuerdo charlas, almuerzos,
comidas…recuerdo reuniones limitadas a lo laboral, en las que a ratos salían a
relucir trozos de humanidad y de vida real. Preocupaciones de gente que me era
ajena, que se humanizaban cuando de repente te contaban que iban a operar a su
hermano o que su hija se había puesto mala en el cole.
Y así vas enlazando las historias
de la parte humana de una oficinista sueca, de un taxista paquistaní, de un
técnico de sonido kurdo, de una economista iraní, de un director general
israelí…
Y te das cuenta de que por encima
de todo, al final, has tratado simplemente con personas. Y que las personas,
desnudas de ideología y de convenciones sociales, cuando se relajan y te hablan
como seres humanos puros, cuando se desliza una confidencia y comienza la
charla informal, son básicamente
iguales.
Y la distancia entre un pequeño
empresario del medio oeste norteamericano y una directiva de una empresa iraní
y el director general de una israelí y un colono blanco sudafricano desaparecen
mucho cuando hablas de la vida y sus circunstancias. Que somos todos de la
misma pasta y nos llevamos muy poco de unos a otros. Y que nos entenderíamos
perfectamente.
Las razas, las fronteras, las
costumbres… todo se desdibuja cuando hablas de lo personal. Y te encuentras con
la persona. Igual que otros miles de millones de personas. Igual que tu.
Y entonces pienso que la mierda
de la política y el dinero son los que siembran las dificultades y la cizaña. Y
que los humanos en el fondo somos un grupo bastante homogéneo, frágil y asustado.
Y que se aprovechan de nosotros.