viernes, 22 de enero de 2021

Historias alucinantes que puede haber en casa de su vecino

 

A poco que te esfuerces, sólo con un poquito de atención y empatía, puedes llegar a conocer historias alucinantes. Vivimos en un mundo globalizado donde tu vecino del tercero puede tener una historia que no desmerecería en una película. Hay que saber preguntar. Y saber escuchar…

Dimitri nació en la Unión Soviética. En la Ucrania de la que era originaria su familia, desde antes de que fuera la Unión Soviética. Sus padres eran maestros, los dos. Estaban titulados y tenían buena reputación. Por eso el gobierno de Moscú les dio una oportunidad. Algo que sólo se ofrecía a gente muy buena.

Irse a dar clase a Sajá.

Sajá es la última parte de Siberia. Algo así como el fin del mundo. En invierno hay -40º y en verano +40º. Lo peor de lo peor. Pero el gobierno soviético tenía la responsabilidad de enviar allí a funcionarios para todo: maestros, médicos, policías…Así que a los funcionarios jóvenes y válidos les ofrecía ir. A cambio, además de un buen sueldo les ofrecía un incentivo: cada año trabajado allí te contaba cómo año y medio cotizado. A efectos de jubilación y de muchas otras cosas en la Unión Soviética, pasar allí unos años te garantizaba bienestar en el futuro…

Así que los padres de Dimitri hicieron cuentas y decidieron irse. Dimitri pasó allí desde los 8 a los 18 años. Cuenta historias de aquella época y alucinas. El avión de suministros llegaba por última vez en Octubre, hasta Mayo no volvía a haber comunicación con el resto del mundo…Las casas se dejaban abiertas, para ir de una parte de la ciudad a otra, cada diez minutos o así, con el aire a -30º tenías que meterte en la primera casa que hubiera…

Y en verano, cuenta, “mosquitos como gorriones”, bandadas que caían sobre un cordero en el campo y podían matarlo en segundos. Humedad y tierra pantanosa. Sólo habitada por mineros y funcionarios.

Los padres de Dimitri habían contado con volverse a Kiev, jubilarse mientras su hijo estaba en la universidad... Y así lo hicieron. A los 18 años de Dimitri se volvieron a Kiev.

Con la mala suerte de que ese año se desmoronó la Unión Soviética.

Cuando fueron a presentar sus papeles al ministerio de educación ucraniano, les comentaron que no es que no les reconocieran el año y medio por año, no. Es que los 10 años trabajados en Sajá no eran en Ucrania, así que no contaban, y si querían jubilarse…les faltaban unos pocos, no tan pocos, años de trabajo.

Los padres de Dimitri se pusieron a trabajar. Dimitri empezó ingeniería. Pero para poder pagarse la carrera (porque a sus padres les destinaron/castigaron a un pueblo de mala muerte, y la universidad estaba en Kiev), se puso a trabajar de taxista.

El negocio del taxi, en la Kiev recién liberada de la opresión comunista, estaba en manos de la mafia ultranacionalista (cuyos jefes, por cierto, eran los mismos que antes eran jefes comunistas). Dimitri empezó como un trabajador normal. Pero era listo y con estudios. Y empezó a ascender. El problema es que en el mundo del taxi no hay muchos ascensos, pero en el de la mafia sí.

Dimitri, que por entonces tenía a su novia estudiando económicas, se sentó y calculo con ella. Quedarse, y vivir en Ucrania y en la mafia o irse. Y a ver que salía. El plan para irse no era fácil. Su novia tenía una prima en España. Así que salieron en las siguientes navidades para ir a ver a la novia de su prima en Madrid. Eso es lo que dijeron a todo el mundo y lo que iban a hacer.

Con la salvedad de que al acabar la visita a la prima no pensaban volver.

Pasaron todas las fronteras y aduanas sin mucha dificultad, poco equipaje, poco dinero, billete de vuelta, datos de la prima… Todo fue muy bien hasta la estación de tren. Cuando llegaron a la estación de tren de una ciudad española, estaba cerrada. Y el tren a Madrid no salía hasta las 6 de la mañana. Se dispusieron a pasar la noche esperando en la puerta. No hacía mucho frío, y ellos no hablaban español ni se fiaban de ir a un hotel o coger un taxi. Mejor esperar en la puerta de la estación. Charlando y haciendo planes de futuro.

A eso de las dos de la mañana llego un coche muy grande y muy negro. Se bajó un hombre que se dirigió a ellos. Antes de que llegara Dimitri ya sintió un escalofrío. Se acercó y les habló en ucraniano.

Les dijo que eso de entrar en España no era así, que tenían que pagarles a ellos, 1000€ por ella, 500€ por él. Que no se entraba así desde Ucrania, que ellos mandaban en Ucrania y en los ucranianos. Estuvieran donde estuvieran.

Dimitri tragó saliva. Y les plantó cara. Se apartó de su novia, llevando con él al visitante y le habló muy claro. Le dijo que venían de Ucrania para evitar cosas así. Y que no tenían dinero, que si lo tuvieran tampoco iba a pagar. Porque no se había venido al fin del mundo para vivir con el mismo miedo y el mismo chantaje.

El visitante asimiló la información y los miró. Luego se alejo diciendo algo de que no llegarían a ver amanecer. Que pasaría con unos amigos en un rato a ver si se lo habían pensado mejor y que se podían estudiar formas de pago…

Pero, a veces, en este mundo endemoniado, las cosas salen bien y ganan los buenos. El vigilante de la estación abrió la misma y llamó a Dimitri. Les hizo pasar dentro. Una vez allí les informó que estaba colaborando con la policía para detener a los mafiosos ucranianos que extorsionaban a los compatriotas recién llegados. Que si colaboraban tendrían protección.

Dimitri llegó a un acuerdo con la policía, que en unas horas detuvo a los extorsionadores cuando volvían a visitarle. A cambio de su declaración, le ofrecieron permiso de residencia y trabajo en alguna ciudad española tranquila, sin muchos ucranianos…

Hace años que Dimitri vive en Vetusta. Su mujer dirige una sucursal bancaria y él es ingeniero de una empresa de montajes industriales. Tienen una hija, un piso, un coche. Tienen una vida normal y feliz.

Y la gente pasa por su lado y no se puede imaginar su odisea.

Y yo me alegré de que fuéramos un país de acogida cuando me contó su historia. Porque hay gente que se merece una oportunidad.

3 comentarios:

  1. Te van a localizar y quitarte los pelos del sobaco uno a uno.
    Me ha gutao la historia.

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  2. ¿Y el vigilante de la estación de tren sabía hablar ucraniano para explicarles toda la movida? jajaja Bien contado ;p

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  3. El truco está en escuchar.La primera mujer que cuidaba a mi hija cuando yo iba a trabajar era una abogada ucraniana y su historia también era un drama.La realidad siempre supera a la ficción.Y todos los "Adus" que aquí están trabajando en el campo.

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