La orografía compleja y el abandono secular por la lejanía y dispersión de la población, hicieron que nunca hubiera un buen servicio de ferrocarril en el Noroeste. Se viajaba mayormente en autobus.
Y W. conducía un autobus.
Concretamente iba conduciendo uno y dando un puñetazo al volante en cada curva, que son muchos puñetazos.
Pero es que él no tenía que estar allí. El ese día libraba y ahora mismo tenía que estar durmiendo la resaca de la farra del día anterior, con abundante ingestión alcoholica. Pero, maldita sea su suerte, se había roto uno de los autobuses de la empresa, y el tenía que llevar el suyo como repuesto.
En los años setenta, el mercado de autobús o copaban dos empresas, Alsa y Castromil. Cada uno con sus rutas. El llevaba un Castromil, que hacía ruta, pero a veces también se alquilaba para grupos. Esta era una de esas veces, y vaya grupo. Internos del psiquiátrico de Lugo iban al cotolengo de Mondoñedo a pasar allí un par de meses de vacaciones mientras reformaban su hospital original.
El número de locos por habitante en el Noroeste es muy superior al resto de España. Por eso hay toda una infraestructura para tratarlos, hospitales, manicomios, cotolengos...
W conducía a los locos, que iban (años 70) sin ningún acompañante. Se suponía que eran los más sanos del grupo. A W. le daba igual, el necesitaba un cafe, que le matara el sueño y le mitigara el dolor de cabeza.
Así que paro en un bar orilla de la carretera. Dijo el consabido "cinco minutos de descanso", pidió un carajillo y se acomodó en una mesa...
Tres horas después le despertó el camarero.
W se dió un susto de muerte, de pensar que se había dormido tres horas. Volvió corriendo al autobús y se quedo pálido. Los locos habían abierto las puertas y se habían marchado...
Un sudor frío le recorrió la espalda y trato de pensar. Pero no pensó lo correcto. No pensó lo importante. Pensó en acabar ese viaje de mierda, ese día de mierda y volver a su casa a dormir y pasar la resaca con caldo y calor.
Quería acabar.
Así que sin pensar demasiado, comprobó que la hora era la adecuada para su plan y siguió su ruta. Pero paraba en las paradas de todos los pueblos, en la ruta de Lugo - Mondoñedo. Cobraba a los viajeros, como si fuera el bus de linea normal. Los pasajeros preguntaban:
-¿Va a Mondoñedo?
-Pues si
-¿Hoy no viene Eduardo de conductor?
-Está malo...
Los pasajeros subían y bajaban según el destino, pero llego a Mondoñedo con el bus casi lleno. Entre otros calculo que iban 10 de los locos originales que habían intentado escapar, o ir a Inglaterra o sabe Dios qué, y habían acabado de nuevo en su autobús. También iba un fraile de los modernos, de los que no llevaban hábito ni tonsura, pero si un crucifijo grande en el pecho...
Al llegar a Mondoñedo, entro en el cotolengo directamente. Las monjitas estaban nerviosas y con cara de susto por el retraso con que les traía a sus nuevos pacientes. Murmuró algo de un pinchazo y una fuga del radiador. Avisó de que los locos venían muy nerviosos. Luego se volvió hacia los pasajeros que no entendían porque habían parado en el patio del manicomio local y, con las puertas cerradas para que no se oyera fuera, dijo:
-Señores pasajeros, tengo una avería, bajen un momento por favor que ahora les recojen unos taxis y les llevan a la estación de autobuses".
Bajaron.
El arranco y se fue.
Las hermanas empezaron a acompañar a los locos, que habituados a tocas e internados, se adaptaron rápidamente a la situación.
El fraile se encaminó a la puerta del patio. Una monja lo intercepto:
-¿Donde va?
-Yo no espero el taxi, hermana, voy a una Iglesia de aquí al lado, me acerco andando...
-Claro, claro - dijo la monja mientras le agarraba del brazo- pero ahora esta cerrado, ven adentro a comer con los demás.
La luz se fué haciendo dentro de la cabeza del fraile. Descubrió la trampa que les habían tendido:
-Hermana, no estoy loco, soy el Prior del convento de San Paio Bendito... (,manda huevos que era cierto el nombre)
-Claro, claro...
EPÍLOGO:
-Los "locos de Mondoñedo" estuvieron tres dias ingresados en el manicomio de Mondoñedo hasta que se deshizo el entuerto.
-W durmió todo el día. Al levantarse al día siguiente se supone que entró en pánico y se marchó. No se le encontró nunca. Tenía dos hermanos de emigrantes en Suiza y se supone que se fue con ellos.
Quería acabar.
Así que sin pensar demasiado, comprobó que la hora era la adecuada para su plan y siguió su ruta. Pero paraba en las paradas de todos los pueblos, en la ruta de Lugo - Mondoñedo. Cobraba a los viajeros, como si fuera el bus de linea normal. Los pasajeros preguntaban:
-¿Va a Mondoñedo?
-Pues si
-¿Hoy no viene Eduardo de conductor?
-Está malo...
Los pasajeros subían y bajaban según el destino, pero llego a Mondoñedo con el bus casi lleno. Entre otros calculo que iban 10 de los locos originales que habían intentado escapar, o ir a Inglaterra o sabe Dios qué, y habían acabado de nuevo en su autobús. También iba un fraile de los modernos, de los que no llevaban hábito ni tonsura, pero si un crucifijo grande en el pecho...
Al llegar a Mondoñedo, entro en el cotolengo directamente. Las monjitas estaban nerviosas y con cara de susto por el retraso con que les traía a sus nuevos pacientes. Murmuró algo de un pinchazo y una fuga del radiador. Avisó de que los locos venían muy nerviosos. Luego se volvió hacia los pasajeros que no entendían porque habían parado en el patio del manicomio local y, con las puertas cerradas para que no se oyera fuera, dijo:
-Señores pasajeros, tengo una avería, bajen un momento por favor que ahora les recojen unos taxis y les llevan a la estación de autobuses".
Bajaron.
El arranco y se fue.
Las hermanas empezaron a acompañar a los locos, que habituados a tocas e internados, se adaptaron rápidamente a la situación.
El fraile se encaminó a la puerta del patio. Una monja lo intercepto:
-¿Donde va?
-Yo no espero el taxi, hermana, voy a una Iglesia de aquí al lado, me acerco andando...
-Claro, claro - dijo la monja mientras le agarraba del brazo- pero ahora esta cerrado, ven adentro a comer con los demás.
La luz se fué haciendo dentro de la cabeza del fraile. Descubrió la trampa que les habían tendido:
-Hermana, no estoy loco, soy el Prior del convento de San Paio Bendito... (,manda huevos que era cierto el nombre)
-Claro, claro...
EPÍLOGO:
-Los "locos de Mondoñedo" estuvieron tres dias ingresados en el manicomio de Mondoñedo hasta que se deshizo el entuerto.
-W durmió todo el día. Al levantarse al día siguiente se supone que entró en pánico y se marchó. No se le encontró nunca. Tenía dos hermanos de emigrantes en Suiza y se supone que se fue con ellos.
Brutal.Te ha quedado un post muy de otro W, Wenceslao Fdez Florez
ResponderEliminarPor cierto, conozco a un Castromil.
¡Qué bueno...!
ResponderEliminarSensacional compañero!!! El juzgado de mondoñedo siempre sera para mi, el lugar imaginario de la vida paralela q todos vemos correr a nuestro lado y que en un despiste gira a la izquierda.
ResponderEliminarSensacional compañero!!! El juzgado de mondoñedo siempre sera para mi, el lugar imaginario de la vida paralela q todos vemos correr a nuestro lado y que en un despiste gira a la izquierda.
ResponderEliminarGran historia. Mira tú si es mala la resaca.
ResponderEliminarAinsssssss.....y podría ser verdad...
ResponderEliminarGenial
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