-Papá
cuéntanos algo que nos aburrimos.
Mi
hija me interpela medio de cachondeo mientras vamos de viaje, me provoca para
que le cuente historias de abuelo cebolleta y cachondearse de mi. Es mayor,
ya puedes cachondearte de ella. Inspiro
y contesto:
-¿Te
he contado la historia de Hendrich y el elefantito, que me la contaron en
Sudáfrica?
-No
-Pues
bien. Hendrich era de origen holandés. Pero sus padres estaban destinados en
Sudáfrica. Vivian en una reserva cerca del parque Kruger,..
-¿Donde
las fotos que sacaste de animales?- Es verdad, en un viaje del curro estuve
allí de turismo
-Al
lado mismo
-Mola
-Bueno,
pues vivía allí. Un día iba paseando al lado de la cerca de los elefantes.
Entonces el tenía unos 13 años. Y ve que un elefante jovencillo tiene una pata
levantada en el aire. Y mueve la cabeza y barrita muy bajito, como llorando…
-Oooooh
-Total
que Hendrich salta la valla y se acerca al elefante, le acaricia y entonces se
va agachando. Y ve que tiene un alambre clavado en la pezuña. Con cuidado
Hendrich se lo saca. Y el elefantito apoya el pie en el suelo. Y deja de
barritar, y le pasa la trompa por el hombro. Desde entonces, cada vez que
Hendrich iba por donde los elefantes, el elefantito se acercaba hasta él,
levanta la pata y mueve la cabeza barritando bajito. Haciendo ver a Hendrich
que se acordaba de cuando le curó la pata.
-¡Que
guay!
-Espera,
que ahora viene lo mejor. Hendrich se fue de Sudáfrica. Volvió a Holanda. Y
vivió allí. Habían pasado 20 años desde que dejó Sudáfrica cuando iba por el
zoo con sus hijos. Se pararon a ver los elefantes. De repente un elefante se
separa de la manada se acerca trotando a la valla y se queda mirando a
Hendrich. Entonces levanta la pata en el aire y empieza a mover la cabeza
barritando bajito
-¡Que
monooo! ¡ Era el elefantito!
-Bueno,
espera, Hendrich salta la valla y se acerca, entonces el elefante le echa la
trompa por el hombro… Le agarra de la cabeza y mientras le estrangula le
empieza a zarandear de un lado a otro, golpeándole con todo lo que encuentra.
Después de muerto, aún lo piso varias veces.
-¡¡¡¡¡Papaaaaa!!!!-
horrorizada
-Seguramente, no era el
mismo elefantito…
Esteeee......¿moraleja?
ResponderEliminarNo sé yo si ella es tan mayor, pero yo me he reído mucho.
ResponderEliminarGracias
Malditos elefantes. Parecen todos iguales.
ResponderEliminarCuánta maldad, ¡me encanta! :D
ResponderEliminar¡Salud y saludos!
El elefantito estaba feliz en la sabana. Un día se acercó un holandés le echó el lazo y le metió en un zoo.
ResponderEliminarDesde entonces el elefantito odia a los holandeses y cada vez que pilla a alguno por el pescuezo lo finiquita violentamente.
Don Mendo
Pseudo, la moraleja es que el papá que cuenta el cuento es un poco perraco del infierno jajaja
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