Cuando viajo siempre me gusta ir un
día a comer a un sitio llamémosle auténtico. Algo así como sería irse a comer
en España a un restaurante de polígono, el menú de los currantes. Algo
suficientemente “kitsch” para poder empaparte de lo que de verdad hay en el
país. O por lo menos que sea peculiar, que no sea un sitio normal de comida
normal.
Así he acabado por ejemplo en un
garito de los que van los árabes ricos a comer en plan “vamos a un sitio con
mantel de papel y cutre pero que se come de puta madre” viendo la mezcla de
ricos de visita y clientes pobres habituales. O almorzando en un garito de
ganaderos en Irán. No sé, me gusta, es una forma diferente de ver las cosas.
No albergaba muchas esperanzas de
encontrar un sitio así en este viaje. Esto es Inglaterra, un sitio civilizado.
A un par de horas de Londres. Y además sólo tenía un día y medio. Pero por si
acaso fui a la vía directa y le explique el caso a mi chofer. El tío (de Ghana,
y la recepcionista del hotel de Granada, Europa rica) me escucho muy atento y
luego me indico un bar. Lo entendió perfectamente.
Tenía que haber hecho fotos del local
para que pudierais verlo, pero sabéis que este es un blog minimalista y tal,
así que os lo contaré a ver si podéis haceros a la idea.
Imaginaros una pareja joven, estamos a
principio de los 80. Ella es la tía más guapa del instituto y él es el guapo
con cabeza. Son la pareja ideal, el orgullo del pueblo. Y entonces, en su
pueblo, abren un pasaje comercial en los bajos de la estación de autobuses.
Ellos lo comentan y estudian posibilidades. Y sueñan. Sueñan con abrir un
local, tipo cafetería / restaurante / pub. Muy “Grease”, muy años 80. Sueñan
que se pondrán de moda y que ira la gente de la comarca. Incluso de Londres habrá
gente que cogerá el bus para ir a su local.
Y se lanzan a la aventura. Al
principio ella atenderá a los clientes y él se encargará de la cocina.
Luego…luego sabe Dios como puede acabar todo. Siempre bien, en sus sueños acaba
siempre en un garito de éxito.
Pero claro la fortuna es una zorra
vieja y se las sabe todas, y el tiempo pasa, y los “pasajes comerciales” van
como van, y las franquicias…
Y llegamos al día de hoy. A mí
entrando en ese garito.
La decoración es absolutamente ochentera,
con las letras negras en carteles luminosos blancos y un halo de luces rojas alrededor.
Con las paredes llenas de ídolos de otra época, Bruce Willis, Sean Connery,
Travolta…aun se han colado la Alliston y Angelina. Pero el tono general es de
la época de Mad Max. Techos con celdillas, colores fuera de tono. En su origen
tenía notas de color, una pared pintada como la selva y una escultura bastante
real de un gorila. Con un cartel “No tocar…y no alimentar el gorila”. Hoy está
bastante viejo, han aparecido algunos carteles que denotan el cambio de un
sitio de buen rollo a la realidad “Tu madre no trabaja aquí, recoge todo antes
de levantarte”
La clientela es la lógica de un sitio
así, un viejo encorbatado tomando un café…con un agujero en los zapatos, un
gentleman venido a menos, que se toma el desayuno inglés…después de limpiar
discretamente los cubiertos con la manga. Lee el Daily Telegraph y se le nota
que en otro tiempo ese desayuno se lo servía el mayordomo. Ahora solo puede
pagárselo en un sitio así. Madres adolescentes gordas y desempleadas…y yo. Que
miro el entorno. Y me pido Fish and chips con peans. Y sigo mirando y empiezo a
tomar notas.
Y ahora imaginaros como son ellos.
Ella conserva mucha de su antigua belleza. No os digo nada nuevo si os cuento
que a mi me gustan las señoras con cierta edad. Ella conserva su belleza. Pero
en sus ojos hay un fondo de desilusión, de la historia que pudo haber sido y no
fue, de estar encerrada en un bar cutre venido a menos y encontrarse en las
reuniones de antiguos alumnos a compañeras que se fueron a la capital y ahora
tienen criada y conducen un todo terreno. El se conserva en forma, calvo y con
algún tatuaje. Sigue teniendo buena planta, pese a pasarse un montón de horas
encerrado en una cocina miserable. No tiene ilusión, ya no, pero sigue teniendo
orgullo. Ya nunca va a sacarla de allí, no van a triunfar. A duras penas
llegarán a jubilarse y cobrar una mierda de pensión. Pero ahí se han dejado el
alma, currando, sobreviviendo, llegando a fin de mes.
Y están juntos y se siguen queriendo.
Me quedo con ese final, que a pesar de los pesares, sigue siendo feliz.
ResponderEliminarQué buen post.
ResponderEliminarMe encanta :D
ResponderEliminarUn abrazo grande, Gonzalo :)
Genial ese final...
ResponderEliminar¡¡ Magnífico, maestro!!
ResponderEliminarnuestra historia se hace con muchos trozos de lo cotidiano, no con uno solo de lo excepcional. Magutao.
ResponderEliminarFish and chips??
ResponderEliminarya te vale...
Ese final es lo importante...
ResponderEliminarBeso Gonzalín
Con ese final, el resto de la historia me sobra
ResponderEliminarUn saludo
Escribes bien, Gonzalo. ¡Pareces francés! Lo de fish and chips....pues eso: ¡ya te vale!
ResponderEliminarMuy bueno. ¿Te has planteado cambiar los Pollos por las guías Viveiro´s Planet, así en plan minimalista como el blog?
ResponderEliminarLo de Fish & Chips no tiene perdon y los beans te dieron un dia horrible seguro
que sensible estoy últimamente,casi me emociono con el final
ResponderEliminarUnbesazo
Algo parecido vi el siglo pasado al pasar por una ciudad llamada Christchurch.
ResponderEliminarEcho de menos las fotos... la verdad...
ResponderEliminarQué va, no han hecho falta fotos. Lo has retratado como la pura realidad. Con un deje de cierta amargura y sabor a fish and chips and love.
ResponderEliminarLástima que no hubiera pedido el plato de la casa para ver cómo era la cocina. El resto, muy bien retratado; la vida es dura, sí.
ResponderEliminarMe gusta el blog. Con permiso, me pasaré por aqui.
Bonito relato, y sí estoy de acuerdo: el escenario cerca de Londres lo pinta pelín surrealista
ResponderEliminarHe aterrizado aquí no sé muy bien por qué
ResponderEliminarMe ha encantado.
Te leo
"Y están juntos y se siguen queriendo"
ResponderEliminarQue no es poco.
Me ha encantado.
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