jueves, 13 de octubre de 2011

De las empresas de telefonía móvil


No me cabía ninguna duda de que nos engañaban y nos timaban. Las compañías de telefonía móvil siempre han tenido esa fama ganada a pulso. Incluso a mi, que me leo con lupa todas las facturas que pago, me engañaron cobrándome 9 euros al mes por la patilla durante 3 meses…
Pero esto es demasiado. Es inmoral.
Resulta que tu llegas a Centroamérica. Con tu teléfono móvil, y llamas y tal. Pero descubres que allí todo el mundo funciona de otra manera. Allí tienen una cosa que se llama Nextel. El tal Nextel consiste en que hablan por el móvil, con la cobertura y el sonido de un móvil, pero como si fuera un walkie-talkie. O sea, sin contestador, ni tonos de llamada ni nada de eso. Pero hablas, de móvil a móvil, CON TODO EL CONTINENTE, por…6 euros al mes. Acojonante.
Y dices tu, joder, a ver si esta tecnología la ponen en Europa…Y va y te informas y resulta que:
Las compañías que nos dan el servicio de telefonía móvil, en Europa, tienen esta tecnología. De hecho se la ofrecen a sus clientes en América, porque allí o la gente no tiene dinero (en algunos paises) para pagar las llamadas de móvil a móvil o no quieren gastarlo (en otros, por ejemplo en EEUU). Como en Europa estamos dispuestos a pagar a tantos céntimos el minuto…¿para que nos van a dar una tecnología que les hace facturar menos y por lo tanto ganar menos?.
Con un par. Como pagamos nos jodemos.
Al menos podíamos pensar que la tecnología la tiene una sola compañía y esa lo lanza para quedarse todo el mercado…ni hablar. La tienen todas. Y como en la guerra fría, se miran unas a otras sin lanzarla…esperando. Para hacerlo sólo si otro lo hace primero…
Son unos hijos de puta.

lunes, 10 de octubre de 2011

Vidas dificiles...


Cayó al suelo con toda la mierda de la vaca. Era su forma de salir al exterior. Había nacido en el intestino grueso, había ido creciendo y ahora tocaba salir. Y sabía lo que tenía que hacer. Su vida y su existencia eran una suerte de combinaciones fantásticas entre la capacidad de adaptación y la evolución de la especie. Por ejemplo su caída al suelo.
Las vacas suelen defecar cuando van a beber. Y él había salido con la defecación, luego debía estar cerca del agua. Empezó a buscarla por instinto. La detectó y se lanzó hacia ella. Reptó su cuerpo milimétrico, esquivó otros animales, sustancias tóxicas provenientes de vegetales en putrefacción…y llegó al agua.
La noto fría. Y limpia. Claro que cuando has nacido y vivido tu infancia en el intestino de una vaca no es difícil que algo, cualquier cosa, te parezca limpio. Se dejó refrescar durante unos segundos, y empezó a nadar. Tenía por delante una travesía muy dura.
Durante una semana estuvo nadando, sin moverse mucho de la zona. Esquivando peces, insectos, aves…resistiendo al frío y, varias veces, pensando que era el fin. Pero no. Por fin, cuando estaba apunto de abandonar, lo vio. Un caracol acuático.
Se lanzo hacia él. Era su oportunidad, estaba ya casi sin reservas. Contacto con el pie del caracol acuático y con sus últimas fuerzas atravesó la piel del mismo. Se dejo llevar, estaba en el torrente sanguíneo y estaba descansando…
Así llego al pulmón del caracol. Allí vivió unos meses alimentándose y creciendo, cambiando la piel. Se hubiera quedado allí, pero su instinto le decía que no, que tenía que salir, a cumplir su destino…
Así que un día, cuando había alcanzado un tamaño algo mayor, se decidió. Avanzó por dentro del caracol hasta el poro respiratorio y, desde allí, se lanzó de nuevo al agua. Ahora estaba fuerte y el trayecto era más corto. Nadó con energía hasta la orilla. Sabía que era difícil. Pero era un paso más. Había que afrontar la vida paso a paso. Si pensabas todo lo que tenías por delante al nacer, te morirías de miedo. Sólo había que pensar el paso siguiente.
Su paso siguiente consistía envolverse en mucus y viscosidad, en algo que fuera atractivo…para el gusto de una hormiga.
Un mes estuvo esperando. Sorteando toda suerte de penalidades, sin moverse, sin hacerse notar. Hasta que un día llegó su “nueva casa”. Una hormiga. Se acercó y se comió una bola  de liquen…con sorpresa.
Dentro de la hormiga, paso varios días. Era complejo. Vagaba por el torrente sanguíneo esperando cuando su instinto le dijera que estaba en el sitio exacto. Y un día, de repente lo notó. Y se agarró a la pared. Estaba en un ganglio subesofágico de la hormiga. Aunque él no lo sabía, sólo sabía que tenía que estar allí. Y esperar otra mágica conjunción de casualidades.
Las hormigas suelen salir a comer al amanecer. Un día, cuando la “hormiga con premio” estaba comiendo, fue subiendo por una brizna de hierba. Poco a poco. De repente llegó a lo más alto y el sol del amanecer le calentó la boca. Y entonces notó que algo pasaba. Algo iba mal.
Lo que iba mal, es que ese bicho microscópico, que llevaba en el ganglio subesofágico, al notar el calor del amanecer y sentir que estaban en el pico de una brizna de hierba, se había clavado en la pared del ganglio provocando una parálisis mandibular. Y así, la hormiga que lo llevaba se había quedado enganchada a una hierba por la boca. Sin poder soltarse y sin entender nada.
Pero el bicho de su interior si que entendía. Ahora volvía a tocar esperar. Esperar unas horas. Y entonces, una vaca, hermana de aquella en la que nació, se acerco pastando.
La hormiga vio con terror como se acercaba y, de un bocado, arranco la hierba. Así hierba, hormiga y el bicho de dentro de la hormiga antraron en el tubo digestivo de la vaca…los ácidos fueron deshaciendo a la hormiga, que protegía con su cuerpo, un animal dentro de ella.
Cuando se deshizo el último resto de hormiga, nuestro amigo sonrió. Estaba libre. De nuevo en el intestino de una vaca. Ahora sólo tenía que esperar. Esperar a que llegara una hembra, superviviente de mil infiernos, como él, para reproducirse. Pondrían huevos que nacerían en él intestino…
Y seguiría este ciclo que de puro difícil parecía milagroso.