jueves, 18 de junio de 2009

Comer "bien" en sitios "mal"

Me gusta comer. Me gusta mucho comer. Incluso he hecho rutas “turístico - gastronómicas” para comer en determinados sitios. Tengo desde pequeño una amplia “cultura gastronómica” y mr conozco sitios para comer en todo el Norte de España. El sur lo tengo menos trabajado.
Pero eso es fácil, en España encontrar sitios buenos para comer en casi cualquier ciudad de 10000 habitantes o más es tarea sencilla. Lo difícil es comer bien en un sitio en el que estas porque te toca y además no puedes desviarte 50 Km. Para comer. Vas a ciegas, es un sitio “mal”. Pues bien, hay que seguir unas normas:
1. Dónde se paran los camioneros…: Ni caso. Eso era antes. Los camioneros eran honrados autónomos que hacían viajes en su zona. Hoy los camioneros son empleados de multinacionales del transporte, que comen donde les manda el GPS o donde les ha tocado. Además muchos son inmigrantes que tienen gustos diferentes.
2. Come en restaurantes: Huye de las gasolineras, los hoteles, los centros comerciales… Vete a sitios especialistas en comida. Suelen ser mejores.
3. Conoce el mercado: Un menú tiene un precio y según eso aplica la lógica. Por ejemplo, un menú de 20€ se diferencia muy poco de uno de 15€. Pero un menú de 15€ es 10 ó 12€ mejor que uno de 11. Comer un menú de menos de 11€ está bien como deporte de riesgo, nada más.
4. Bebe agua: El vino que te pongan con el menú va a ser asqueroso. Si pides un vino bueno te van a cobrar una pasta y te van a dar un vino que estará asqueroso.
5. Adáptate al entorno: Si estas en, por ejemplo, en la provincia de Soria pues no pidas merluza. Calcula lo que tarda en llegar la merluza a ese pueblo de al lado de la Laguna Negra…Si estas en Galicia no pidas cordero ¿por qué? Porque puedes recorrerte toda Galicia sin ver un solo rebaño de ovejas.
6. Lógica comercial: En la autopista 25 de USA hay un tramo de 900 Km en el que sólo hay una cafetería. Da igual si es buena o mala, es la única…Del mismo modo, ese garito a la orilla de la carretera nacional es bueno porque está a la orilla de la carretera nacional, no porque den bien de comer. Sin embargo, en ese pueblo de mala muerte en mitad de una comarcal a ninguna parte hay un restaurante que parece que funciona bien ¿por qué será?.
7. No preguntes a los lugareños: Además de el examen que te hacen, has de saber que ellos comen en su casa y cuando salen a comer fuera es el día de fiesta que hay menú especial. No pierdas el tiempo.
8. Huye de lo exótico: Si en un garito “mal” te ofrecen un plato sorprendente, o es de sobras de una boda que sirvieron el último fin de semana o es un experimento.
Con estas sencillas normas, fruto de más de una década de andar de arriba abajo como un zascandil, es casi seguro que comes algo fácil de digerir.
Si el problema es aliviarte, o sea “descomer”, vamos si quieres cagar, hay que tener en cuenta otro par de cosas:
a) Yo no cago donde como: Es un asunto complejo. Si quieres hacerlo allí ¿Cuándo?. Si lo haces antes de comer, te va a parecer que los camareros cuchichean: “mira, mira, ese es el que ha estado un cuarto de hora en el baño”, “jodo, y vaya olor que ha dejado”. Si lo haces después queda mal. Pagas, vas al baño y luego parece que huyeras del “cuerpo del delito”
b) Para cagar a gusto hay dos palabras: Estación Renfe. Las estaciones suelen estar limpias y ahora son modernas. Los baños están bien y se puede ir discretamente, no se fija nadie. Es si, no te metas en el apeadero de Melgar de Fernamental por ejemplo, sólo en estaciones dignas. Además suelen tener parking y puedes tomarte tu tiempo…¿Qué te cobran?, pasa el ticket a la empresa, si alguien te pregunta le contestas “Si, estuve en la estación, fui a cagar”. Nunca volverán a preguntarte.
Ojo. No valen estaciones de autobús, no haré más comentarios.
c) No vayas buscando bares con baños limpios, al final te habrás tomado siete cafés y seguirás con ganas, entonces se incrementa la motilidad intestinal…
d) Como último recurso la gasolinera. Es suficientemente impersonal y puedes hacerlo discretamente y tranquilo. Suelen estar más limpias cuanto más importante es la carretera. Una cosa, no sé por qué pero en CEPSA se caga mejor. Lo he comprobado.

lunes, 15 de junio de 2009

Yo engaño a mi mujer

En el trabajo, a veces, debes engañar a tu mujer. I.G. decía que “pasados 250 Km. No son cuernos” porque, según él, si te daba una “necesidad repentina de cariño” a menos de esa distancia, volvías y arreglado. También decía que “pagando es un desahogo y no pagando es puro vicio”. Yo no me refiero a esos engaños.
Pero sí a otros que son importantes. Ejemplo 1: estas en una sala de masajes en Tailandia, llevan media hora arreglándote las contracturas y tu compañero incluso se ha dormido. Otra del viaje esta gritando que a ese precio (3€/hora) se va a quedar allí un día entero. En ese momento te llama la parienta y te suelta que el niño tiene conjuntivitis, otitis y faringitis todo a la vez, que está llorando y que tiene fiebre y le va a dar una noche de aúpa. Y entonces te pregunta “¿y tú que estás haciendo?” y claro le engañas “pues nada, lo típico, reunido con los del curro”.
Ejemplo 2: Un cliente te invita a comer unos pimientos del piquillo entreverados y una becada. Para beber Ribera del Duero. Bocado exquisito. En medio de la comida te llama la parienta “voy fatal de tiempo, voy a coger a los niños pero antes a ver si como un donuts o algo para ir rápido, ¿tú que tal vas?” y claro le engañas “nada, comiendo con un cliente, un coñazo y además menú cutre. Acabo pronto, si puedo, y salgo para ahí” mientras miras con lujuria el Montecristo del 3 que te vas a atizar luego.
Es muy típico en las reuniones post-trabajo, fuera de tu domicilio habitual, que a eso de las 22:30 nos separemos unos de otros a llamar por teléfono: “nada he acabado ya, me voy a la cama que estoy hecho polvo” y luego sigues la farra hasta altas horas de la madrugada.
Para que se lo vas a contar, para que vas a hacer que se amargue porque estés tú de farra.
Hay otro tipo de engaño disculpable. J.N. cuando le llamaba su mujer y él estaba por ejemplo en Santander, le decía “pues aquí estoy, paseando por Granada” y se quedaba tan contento, le hacía sentir poderoso. A veces le entendía.
Lo único malo de todo esto es cuando llegas a casa después de unos días fuera y le preguntas a la parienta “¿Qué tal todo?” y te dice “bien, normal, lo de siempre…”
Y crees descubrir un brillo extraño en sus ojos.
Y no es que se alegre de verte, no…