martes, 5 de noviembre de 2013

Carne de maltrato, una historia sin final


Alina era la más guapa de su pueblo. Y si me apuras de la comarca. Era famosa por su belleza en toda la región, en la Rumania profunda. Además era lista y le gustaba estudiar. Quería estudiar.

A veces, las cosas se tuercen y a ella se le torcieron. Mucho. Cuando tenía 15 años su padre tuvo un accidente laboral. Quedo incapacitado para el trabajo. Su madre tuvo que emigrar, para mantener a la familia. Su padre, hundido y humillado, pasó a dedicarse a fundir en alcohol la mierda de pensión que le quedaba.

Alina tenía un mal futuro.

Pero Alina era guapa, y tuvo suerte. Se dedico a hacer millones de castings y ficho por una agencia de modelos. De Paris, de las buenas. Consiguió el sueño de muchas niñas rumanas.

Viajes, desfiles, pasarelas. China, Emiratos, Paris, Nueva York. Ganaba dinero, mandaba dinero a su familia y a la vez iba estudiando en la universidad. Estudiaba derecho con unas notas más que dignas. Mientras ganaba dinero.

Pasó a ser conocida en todo el país. Y empezó a rondarla Sergei. Sergei salía desde la capital e iba a verla a su pueblo siempre que estaba allí. En helicóptero. Sergei era de una familia de la jerarquía comunista, que supieron cambiar de bando en el momento preciso y ahora eran de la oligarquía capitalista.

Y puso cerco a Alina.

Ramos de flores, cenas, visitas. Presión familiar, presión social, presión de todo el mundo…Acepto a sus requerimientos y empezaron a salir, tenía 20 años.

Entró en una vida diferente, viajes a ver la final de la Champions o a una fiesta en Moscú, salir a cenar con chofer, vestir zapatos de 1000 euros…Pero a la vez el novio iba poniendo condiciones. Que no salgas con tus amigas, que no quiero que hagas esas fotos…La situación se iba tensando.

Alina, intentando resolver el problema de los celos de él, se fue a vivir a la capital. A un piso que compartía con una amiga. Para estar cerca de Sergi. Pero fue peor. Sergi no podía estar más con ella, porque tenía muchas cosas que hacer, pero a ella la quería encerrada en casa. Sin salir, sin trabajar. El se ocupaba de todo y mandaba todo, vestidos, zapatos, teléfono móvil (del que él exigía saber el PIN)…

Pero claro, la familia de ella le decía que eso era normal, que eso era que le quería… Aunque ella sospechaba que tenía algo que ver que su madre ya no tenía que trabajar, que podían mejorar alguna cosa de casa…

Se rebeló. Decidió tener su trabajo y su dinero, ser independiente. E intentar arreglar las cosas, porque ella estaba enamorada de Sergi, y quería que funcionase.

Empezó a trabajar como abogada para una empresa extranjera, cuando estaba libre aceptaba algún otro trabajo, de azafata, de traductora, de modelo…

Sergi se hartaba de ridiculizarla y de presionarla para que abandonase. Si conseguía un trabajo por el que le iban a pagar 500 euros, el le mandaba unos pendientes de 600 euros. Y a su familia le parecía bien, y a las amigas, y a la sociedad…

Y él le iba imponiendo condiciones, no salgas, no te vistas así, no contestes a ese.

Un día un chico le sonrió en un bar, Sergi hizo que le dieran una paliza. Aquello no funcionaba, la situación no mejoraba.

He estado una semana de viaje con un colega de otra empresa, que llevaba a Alina de traductora. Hemos salido a cenar algún día.

Nos conto su historia porque nos vio normales. Porque vio que éramos gente normal, con problemas normales. Para desahogarse. En un momento dado le preguntamos si alguna vez le había pegado. Nos miró, con los ojos llenos de lágrimas y nos dijo “Todavía no…”

El último día que la vimos, se iba a casa a pensar toda la noche. Tenía dos opciones, o aceptar una oferta de una aerolínea y dejar su país y trabajar de azafata o quedarse y claudicar.

Si se iba, su madre tendría que volver a emigrar para ganar dinero. Y ella tendría muy difícil volver nunca a su país.

Y si se quedaba ya sabía lo que le tocaría.

Me alegro de no saber qué eligió. Me alegro de que se quedara así la historia, no quiero saber más.

 
Desgraciadamente esta historia es real. Sólo he cambiado los nombres. Me hubiera encantado que fuera inventada