miércoles, 24 de marzo de 2010

Llegando a los 40

A la gente, al cumplir los 40 le da por hacer el gilipollas. No me refiero a las tonterías previas a los 40: tatuajes, ponerte pulseras, dejarte melena, cambiar de coche, de mujer…no. Me refiero en sí al día del cumpleaños. De tu 40 cumpleaños.
En general, por mi experiencia, las mujeres son más dadas a que les preparen una fiesta sorpresa (que ellas han descrito minuciosamente antes, para que el cenutrio de turno la organice bien), y así las amigas todas juntas, le regalan un bolso de Carolina Herrera. Porque vale una pasta y porque a partir de los 40, ya puedes llevar un bolso de Carolina Herrera.
El problema viene por los tíos. Los tíos en general no damos para una fiesta. Nos tajamos, cantamos procacidades y hacemos proposiciones deshonestas a nuestras parientas y las de nuestros amigos en un estado lamentable.
Así que las esposas en general, buscan hacer algo más emotivo y con un punto exótico. Y claro, en alguna ocasión te pilla en medio.
El chico de la Consuelo y yo, compartimos amistad con un apasionado futbolero. Ojo, no aficionado, no. Apasionado. Quiere decir, que además de aficionado, es practicante. Ha militado en diversos equipos aficionados y semi-profesionales.
Y a su esposa, no se le ocurre nada mejor, para celebrar que su marido ya es casi tan viejo como ella, que organizar un partido donde juguemos TODOS sus amigos. Ese todos es un problema en el que ella no parece caer…
Imaginaros el panorama el día del partido. Campo de hierba, gradas, porterías con red…un campo oficial y serio. De un vestuario salen los amigos de la parte deportista del cumpleañero. Jóvenes y maduros atléticos y fibrosos. Delgados, fuertes, equipaciones de diseño. Medias, espinilleras, botas de futbol caras y personalizadas. Se dividían en dos grupos: maduros con pelo rapado y modelo junco (delgados, flexibles…) y jóvenes con melenilla y llenos de musculación.
Se abre el otro vestuario. Somos los amigos de la parte de las farras y tal. Los que no hacemos deporte.
Así de pronto juntamos entre todos unos 300Kg más que el equipo contrario. Ojo, que era futbol 7 ¿eh?. Por si fuera poco hemos tenido que raspar los armarios para encontrar equipación. El uno con unas zapatillas camper de colorines, otro con una zapatillas de tenis de dos números menos, otro con unas de la mili….También nos dividíamos en dos grupos: el de los “paso de todo a ver cuándo vamos a tajarnos”, y el de “ya que estamos arrasamos”.
No voy a entrar en la crónica pormenorizada. Solo daré algún detalle.
-La gente se paraba a mirar. Y no por los buenos precisamente.
-La banda derecha, que es la que dominaba yo, fue el punto fuerte de nuestro equipo
-A nadie le dio un infarto ni se lesiono.
-Con toda su parafernalia ganaron, si, pero por una mierda de 4 a 2 que les debía llenar de vergüenza. De hecho, el chico de la Consuelo me llevó al día siguiente a ver el Barca (5º partido que veo en toda mi vida) y el resultado fue el mismo.
-Y por supuesto en la merienda posterior y las copas arrasamos.
De todo esto, yo he sacado una enseñanza (aparte de que El chico de la Consuelo esta mucho más flojo que yo, con lo que él ha sido). Le he comprado un bolso de Carolina Herrera a mi mujer y le he pedido por favor que no me organice ninguna fiesta.
Que ya nos tajaremos con cualquier excusa.

lunes, 22 de marzo de 2010

Secuelas de la paternidad

Decía en un comentario al post anterior Anniehall (aquí debería ir enlazada ella pero estoy vago, así que vais a los comentarios del post anterior y os empalmáis para verla, bueno, quiero decir…bueno, paso) que me quedaban bien las entradas de “Aquellos maravillosos años”. Son esas que hablan de la época de la tierna adolescencia.
Y el caso es que me ha hecho pensar, yo no tengo un recuerdo especialmente grato de esa etapa. Lo recuerdo como un tiempo de incertidumbre, sobre todo de incertidumbre, de duda y de grandes dramas y grandes comedias. Así que si tengo ese recuerdo no sé porque aquí en el blog lo cuento casi con nostalgia…
Total que pensando, pensando, creo que he encontrado respuesta. Yo creo que es una secuela de la paternidad.
La paternidad tiene varias secuelas. Por ejemplo, no valoras la palabra “salud” y la palabra “sueño” hasta que no eres padre. Otra secuela por ejemplo es que antes de tener hijos tú puedes ver “La vida es bella” y te parece un peli cojonuda. Después de tener hijos, no soportas verla…
Inciso: Mis hijos son guapísimos. Ya sé que eso lo dicen todos los padres, da igual, no es cierto pero en mi caso sí. Por alguna extraña mezcla genética mis hijos son anormalmente guapos. Eso tiene otra secuela, vas por la calle, sólo con tus hijos, y los hombres te miran con envidia como pensando “¿ a qué tía se estará tirando este cabrón para que le salgan esos hijos?”, y las mujeres te miran…no sé, como valorándote, mucho, como macho reproductor. Fin del inciso.
Estábamos pues en las secuelas de la paternidad. Creo que idealizar nuestra adolescencia es una de ellas. ¿Por qué?, por miedo, por puro miedo. Nos horroriza pensar en lo que van a tener que pasar nuestros hijos. Tú has podido cogerte unas cogorzas del 2000, has podido ponerte ciego de porros, conducir borracho…de todo. Y te gustaría que ellos hicieran como mucho eso. No más. Porque claro, tu padre supero con mucho a tu abuelo, tú a tu padre…y tú dejaste el listón ya muy cerca del borde…así que ¿qué le espera a tus hijos…?.
Me lo contaba un becario fuera de serie que tuvimos, J. Decía ¿te imaginas a tu padre “hijo me voy de guateque contigo”?, y tú con tus amigos, tus copas y tus porros (él se metía de todo) “pero papá ¿de qué vas?”. Pues lo mismo te pasará a ti. Le dirás a tu hijo “Me voy contigo de farra, a beber y fumar unos petas” y te dirá “pasa de mi colgao, que he quedado en la realidad virtual…”
Da miedo, da miedo pensar en lo que van a ver, en por dónde van a pasar…Sabes que hubo ocasiones en que rozaste el larguero, en que estuviste a punto de…y te da miedo que ellos se pasen. Y no porque la sociedad sea mejor o peor, no tiene que ver, en cualquier época ha habido de todo, es sólo porque en esa fase de tu vida hay momentos de confusión y duda y puedes salir por cualquier lado. Y quieres que salgan por el bueno, que encuentren la luz en medio del túnel.
Así que esta es una nueva secuela de la paternidad. Que los que no sean padres no entenderán.
Por cierto hay una secuela sólo para hombres: ser padre de una hija. Ser padre de una hija es mucho peor que ser madre de una hija. ¿Por qué?. Imaginar una adolescente de 15 años que llega a casa y le empieza a contar a su madre : “Jo, es que Borja me entiende, Borja me escucha cuando le hablo, y me comprende, jo, Borja es súper majo…” Y la madre asentirá feliz. El padre no. El padre de joven fue ese Borja.
Y sabe lo que está pensando el cabrón de Borja mientras hace como que escucha…