viernes, 27 de marzo de 2015

Un teléfono con historia...


El otro día se me escacharro el móvil. No se si por la obsolescencia programada o porque se le metió algún programa extraño. Pero se quedo para el reciclado.

Nunca he comprado un móvil. Hasta ahora siempre nos los habían regalado con los programas de puntos. Pero eso era en la buena época. Antes de la crisis y tal. Ahora para conseguir un teléfono (con más tonterías que un mueble bar, eso si) te obligan a firmar unos contratos draconianos…¡para vendértelo!, no para regalártelo. Encima de que te lo venden te hacen un favor…

Visto los precios de un teléfono, me plantee pasar del teléfono. Arreglarme con el del curro y ya está. Durante una semana no me pareció muy difícil, entre otras cosas en el móvil del curro no estoy en ningún grupo de whatsapp…

Pero hete aquí que me veo obligado a hacer una compra por internet. La nueva entidad bancaria con la que estamos (porque compro a otra), en aras de defender la seguridad on line, al hacer el pago me envía un mensaje con un código al móvil… que no tengo.

Después de jurar en hebreo un rato, me decido a tener móvil otra vez. Pero me niego a comprarlo. Así que lanzo una súplica a amigos y conocidos, por si a alguien le sobra un teléfono…

Me contesta C. Es abogada y una compi de su despacho le sobra uno. Indago: “¿pero uno suyo?” porque C y sus amigas son muy pijas, así que si es suyo será un teléfono de impresión. “No exactamente” contesta…

Tras insistir un poco me cuenta la historia. Resulta que en España, cuando te meten al trullo, la escena tan americana de meter tus pertenencias en un sobre marrón (sale en todas las películas) no es tal. En España tus pertenencias se las queda en depósito tu abogado. Se las dan a él cuando te detienen. Y un cliente del despacho de C tiene un móvil en depósito. Han dado de baja la línea pero el aparato sigue allí. Y está bien.

-“Pero ¿no lo pedirá al salir?”

-“Bueno, no pasa nada, es un tema bastante truculento. No pisará la calle ni de permiso hasta dentro de 13 años…”

Cielos, mi teléfono ha visto cosas…