jueves, 16 de agosto de 2012

Aprendiendo


Muchas veces, en momentos de soledad e introspección, pienso si todo esto que estoy haciendo me lleva a alguna parte. Si sirve para algo.
Quede claro, antes de empezar, que yo todo lo que estoy haciendo, avión arriba, avión abajo, lo hago para ganarme el pan. O sea que si sirve. Sirve para tener una nomina a fin de mes. Algo que es un lujo hoy en día. Pero a veces pienso, si además de la nómina esto que hago yo aporta algo. A mí. O sea, si sería igual estar en la oficina ocho horitas o el hecho de andar viajando por el mundo como el que anda por su ciudad me aporta algo.
Si seré diferente, si sacaré algo más además de mi salario.
A veces empiezo a repasar a gente con la que he tratado y he charlado, a recordar momentos y voces, para tratar de obtener una enseñanza.
Y recuerdo charlas, almuerzos, comidas…recuerdo reuniones limitadas a lo laboral, en las que a ratos salían a relucir trozos de humanidad y de vida real. Preocupaciones de gente que me era ajena, que se humanizaban cuando de repente te contaban que iban a operar a su hermano o que su hija se había puesto mala en el cole.
Y así vas enlazando las historias de la parte humana de una oficinista sueca, de un taxista paquistaní, de un técnico de sonido kurdo, de una economista iraní, de un director general israelí…
Y te das cuenta de que por encima de todo, al final, has tratado simplemente con personas. Y que las personas, desnudas de ideología y de convenciones sociales, cuando se relajan y te hablan como seres humanos puros, cuando se desliza una confidencia y comienza la charla informal,  son básicamente iguales.
Y la distancia entre un pequeño empresario del medio oeste norteamericano y una directiva de una empresa iraní y el director general de una israelí y un colono blanco sudafricano desaparecen mucho cuando hablas de la vida y sus circunstancias. Que somos todos de la misma pasta y nos llevamos muy poco de unos a otros. Y que nos entenderíamos perfectamente.
Las razas, las fronteras, las costumbres… todo se desdibuja cuando hablas de lo personal. Y te encuentras con la persona. Igual que otros miles de millones de personas. Igual que tu.
Y entonces pienso que la mierda de la política y el dinero son los que siembran las dificultades y la cizaña. Y que los humanos en el fondo somos un grupo bastante homogéneo,  frágil y asustado.
Y que se aprovechan de nosotros.

11 comentarios:

  1. Buena reflexión.
    Muy acertada.
    Poco que añadir a lo que dices.

    A veces es difícil de entender el por qué de esos prejuicios entre todos nosotros sin motivos racionales para ello.
    Porque al final todos somos lo mismo y con problemas muy similares.

    Una pena.
    Saludos

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  2. Nada que añadir, me gusta la reflexión. Muchísimo.
    Elisenda

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  3. Uno de los post más buenos y bonitos que he leido últimamente. Besos

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  4. Eso es lucirse en agosto Gonzalito.
    Pues claro que sirve, todo sirve para algo, solo que a veces tardamos tiempo en darnos cuenta de para qué.

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  5. Yo me muevo por paises africanos, con gente de muchas culturas y religiones, y cuando rascas, cuando logras romper esa barrera establecida, cuando simplemente te sientas y degustas un café con la gente local, sin prisa, hablando y escuchando, al final, te das cuenta de lo que acabas de escribir. Y parece simple, pero no lo es. Enhorabuena por la claridad.
    Maguila

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  6. una sexta felicitación, pues. coincido con todos.

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  7. Yo paso de pasarte la manita por el lomo...que ya lo sabes.

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  8. Pues yo no te voy a pasar la manita por el lomo, porque cuando eliges tipos distintos, estás eligiendo a "gente de arriba" ("Y la distancia entre un pequeño empresario del medio oeste norteamericano y una directiva de una empresa iraní y el director general de una israelí y un colono blanco sudafricano desaparecen mucho cuando hablas de la vida y sus circunstancias").

    No hablas de un minero sudafricano, que sigue siendo y sintiendo como todas las personas de la tierra. Te refieres solo a gente más o menos acomodada, perteneciente a grupos que con problemas y sufrimientos, pero lejísimos de los graves problemas y sufrimientos de una mayoría de la población.

    Como decía Shakespeare de un judío, y yo digo de cualquier persona subalimentada, sin educación ni sanidad, que trabaja más de 12 horas al día: "Si le pinchan, ¿no sangra?".

    Quitando ese error de bulto, el resto me parece bien.

    Te copio el enlace al único discurso que dio David Foster Wallace en su vida: un discurso a recién graduados sobre lo que esel aprendizaje; aprender a pensar y, sobre todo, aprender qué pensar. Me ha interesado mucho y quizá te interese también a ti.

    http://bibliotecaignoria.blogspot.com.es/2012/08/david-foster-wallace-1962-2088-esto-es.html

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  9. Ah, si se pudiera desprender la humanidad de esa pegajosa capa de ideologías religiosas y políticas que tanto desunen a unos de otros.
    Me has emocionado una vez más.

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  10. Gonzalo, por mucho que el ser humano quiera (algunos casi lo consiguen) parecer diferentes unos de otros, todos cagamos y meamos por el mismo sitio. Perdón por lo escatológico del comentario.

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  11. Claro que sirve. Yo estuve 3 años en los que "vivía" en un aeropuerto. Cuando cambias de trabajo, al cabo del tiempo tomas perspectiva y te das cuenta de todo lo que has aprendido. Te das cuenta porque los demás no lo saben. Y eso te lo quedas tú, que para eso lo has pagado en horas de soledad.

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