Cayó al suelo con toda la mierda
de la vaca. Era su forma de salir al exterior. Había nacido en el intestino
grueso, había ido creciendo y ahora tocaba salir. Y sabía lo que tenía que
hacer. Su vida y su existencia eran una suerte de combinaciones fantásticas
entre la capacidad de adaptación y la evolución de la especie. Por ejemplo su
caída al suelo.
Las vacas suelen defecar cuando
van a beber. Y él había salido con la defecación, luego debía estar cerca del
agua. Empezó a buscarla por instinto. La detectó y se lanzó hacia ella. Reptó
su cuerpo milimétrico, esquivó otros animales, sustancias tóxicas provenientes
de vegetales en putrefacción…y llegó al agua.
La noto fría. Y limpia. Claro que
cuando has nacido y vivido tu infancia en el intestino de una vaca no es
difícil que algo, cualquier cosa, te parezca limpio. Se dejó refrescar durante
unos segundos, y empezó a nadar. Tenía por delante una travesía muy dura.
Durante una semana estuvo
nadando, sin moverse mucho de la zona. Esquivando peces, insectos,
aves…resistiendo al frío y, varias veces, pensando que era el fin. Pero no. Por
fin, cuando estaba apunto de abandonar, lo vio. Un caracol acuático.
Se lanzo hacia él. Era su
oportunidad, estaba ya casi sin reservas. Contacto con el pie del caracol
acuático y con sus últimas fuerzas atravesó la piel del mismo. Se dejo llevar,
estaba en el torrente sanguíneo y estaba descansando…
Así llego al pulmón del caracol.
Allí vivió unos meses alimentándose y creciendo, cambiando la piel. Se hubiera
quedado allí, pero su instinto le decía que no, que tenía que salir, a cumplir
su destino…
Así que un día, cuando había
alcanzado un tamaño algo mayor, se decidió. Avanzó por dentro del caracol hasta
el poro respiratorio y, desde allí, se lanzó de nuevo al agua. Ahora estaba
fuerte y el trayecto era más corto. Nadó con energía hasta la orilla. Sabía que
era difícil. Pero era un paso más. Había que afrontar la vida paso a paso. Si
pensabas todo lo que tenías por delante al nacer, te morirías de miedo. Sólo
había que pensar el paso siguiente.
Su paso siguiente consistía
envolverse en mucus y viscosidad, en algo que fuera atractivo…para el gusto de
una hormiga.
Un mes estuvo esperando.
Sorteando toda suerte de penalidades, sin moverse, sin hacerse notar. Hasta que
un día llegó su “nueva casa”. Una hormiga. Se acercó y se comió una bola de liquen…con sorpresa.
Dentro de la hormiga, paso varios
días. Era complejo. Vagaba por el torrente sanguíneo esperando cuando su
instinto le dijera que estaba en el sitio exacto. Y un día, de repente lo notó.
Y se agarró a la pared. Estaba en un ganglio subesofágico de la hormiga. Aunque
él no lo sabía, sólo sabía que tenía que estar allí. Y esperar otra mágica
conjunción de casualidades.
Las hormigas suelen salir a comer
al amanecer. Un día, cuando la “hormiga con premio” estaba comiendo, fue
subiendo por una brizna de hierba. Poco a poco. De repente llegó a lo más alto
y el sol del amanecer le calentó la boca. Y entonces notó que algo pasaba. Algo
iba mal.
Lo que iba mal, es que ese bicho
microscópico, que llevaba en el ganglio subesofágico, al notar el calor del
amanecer y sentir que estaban en el pico de una brizna de hierba, se había
clavado en la pared del ganglio provocando una parálisis mandibular. Y así, la
hormiga que lo llevaba se había quedado enganchada a una hierba por la boca.
Sin poder soltarse y sin entender nada.
Pero el bicho de su interior si
que entendía. Ahora volvía a tocar esperar. Esperar unas horas. Y entonces, una
vaca, hermana de aquella en la que nació, se acerco pastando.
La hormiga vio con terror como se
acercaba y, de un bocado, arranco la hierba. Así hierba, hormiga y el bicho de
dentro de la hormiga antraron en el tubo digestivo de la vaca…los ácidos fueron
deshaciendo a la hormiga, que protegía con su cuerpo, un animal dentro de ella.
Cuando se deshizo el último resto
de hormiga, nuestro amigo sonrió. Estaba libre. De nuevo en el intestino de una
vaca. Ahora sólo tenía que esperar. Esperar a que llegara una hembra,
superviviente de mil infiernos, como él, para reproducirse. Pondrían huevos que
nacerían en él intestino…
Y seguiría este ciclo que de puro
difícil parecía milagroso.
Vaya mierda de vida (nunca mejor dicho)
ResponderEliminarQue bacteria asquerosilla describes???
ResponderEliminarNo hagais caso, la vida del Dicrocoelium es mucho más bonita de cómo la pintan...y la capacidad que tiene de amargar la existencia a los estudiantes de veterinaria es sólo compartida con una elite de elegidos...
ResponderEliminarTe felicito por estas pequeñas perlas veterinarias que nos brindas, me hace sentir como cuando aún era estudiante.. (¿feliz?¿despreocupada? ejem)
Genial blog.
fíate tú de la vaca.
ResponderEliminarJolines,que te ha dado con las vacas,pues menos mal que vuelve al intestino de la vaca porque pensé que se la iba a terminar comiendo un humano y que ya estaba liada.
ResponderEliminarQue ascazo, no voy a volver a comer caracoles, ni hormigas ni hierba nunca más....
ResponderEliminarPues mi plato preferido son los caracoles....si tengo que comir comiendo caracoles que sean con alioli jejejeje
ResponderEliminarVaya relato que has creado, me has tenido en suspenso
ResponderEliminarcomo la mejor peli de Hitckoch
Ups!! Qué susto!! Hemos estado a punto de llamar a don Miguel Cordero del Campillo para ver si con el Drontal ya estaba a salvo... parece que si. ¿?
ResponderEliminarQue mal rollito, sobre todo porque seguro que su objetivo va más allá de la vaca....
ResponderEliminar¡Mejor no pensar y meterse el filete directamente hasta adentro, y confiar en que los jugos gastricos sean lo suficientemente potentes!!
ResponderEliminarEso...o complementar con actimel jajajajajaja
pduecs
ResponderEliminar"Érase una vez la vida" versión caca de vaca.
ResponderEliminarLos veterinarios sois mala compañía a la hora del bocadillo. Puaj. Pero que lo cuentas muy guay.
ResponderEliminarseguimiento...
ResponderEliminarComo se llamaba aquella "estupenda" profe q daba parasitarias en 3º ?? No serás su hijo, pareces ella en versión lírica.
ResponderEliminarcaracola
Pues a mi me ha dado miedo, parecía un relato de Stephen King
ResponderEliminarEso... qué es lo que es?
ResponderEliminarPuagggg!!
Eres un estupendo escritor (pod ezo teleo).
ResponderEliminarY me he sentido solidario del bichillo. Después de muuuchos años entre la miedda de la tripas de una Vaca Corporación, y tras sortear varias dificultades (un hospital intentó ponerme difícil la vida: creo que les dan puntos canjeables por vales de Mercadona por hacer desaparecer a los parados mayores), ya estoy en la miedda del Paro.
Esperando mi oportunidad de que el sistema de miedda no se vaya a la Miedda Total y pueda trasvasarme al pensionate jubiloso.
Todos somos bichicos del señor, con vida complicadas.
Mierda de vida sí. Y finalidad? Ah, ya. Morir, cómo todos.
ResponderEliminarSuerte que los humanos tenemos los blogs para mejorar la espera.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMe ha recordado a aquello de la agüita amarilla de los Toreros Muertos, pero en modo bacteria. Y mucho más inquietante, porque el agüita acababa en una merluza, pero eso que tú cuentas, a saber dónde acaba..
ResponderEliminarLa verdad es que es un bicho que mola muy mucho. Hay que ver, los millones de años de evolución dan para muchas cosas (sólo hay que vernos).
ResponderEliminarSalud y saludos.