En el trabajo, a veces, debes engañar a tu mujer. I.G. decía que “pasados 250 Km. No son cuernos” porque, según él, si te daba una “necesidad repentina de cariño” a menos de esa distancia, volvías y arreglado. También decía que “pagando es un desahogo y no pagando es puro vicio”. Yo no me refiero a esos engaños.
Pero sí a otros que son importantes. Ejemplo 1: estas en una sala de masajes en Tailandia, llevan media hora arreglándote las contracturas y tu compañero incluso se ha dormido. Otra del viaje esta gritando que a ese precio (3€/hora) se va a quedar allí un día entero. En ese momento te llama la parienta y te suelta que el niño tiene conjuntivitis, otitis y faringitis todo a la vez, que está llorando y que tiene fiebre y le va a dar una noche de aúpa. Y entonces te pregunta “¿y tú que estás haciendo?” y claro le engañas “pues nada, lo típico, reunido con los del curro”.
Ejemplo 2: Un cliente te invita a comer unos pimientos del piquillo entreverados y una becada. Para beber Ribera del Duero. Bocado exquisito. En medio de la comida te llama la parienta “voy fatal de tiempo, voy a coger a los niños pero antes a ver si como un donuts o algo para ir rápido, ¿tú que tal vas?” y claro le engañas “nada, comiendo con un cliente, un coñazo y además menú cutre. Acabo pronto, si puedo, y salgo para ahí” mientras miras con lujuria el Montecristo del 3 que te vas a atizar luego.
Es muy típico en las reuniones post-trabajo, fuera de tu domicilio habitual, que a eso de las 22:30 nos separemos unos de otros a llamar por teléfono: “nada he acabado ya, me voy a la cama que estoy hecho polvo” y luego sigues la farra hasta altas horas de la madrugada.
Para que se lo vas a contar, para que vas a hacer que se amargue porque estés tú de farra.
Hay otro tipo de engaño disculpable. J.N. cuando le llamaba su mujer y él estaba por ejemplo en Santander, le decía “pues aquí estoy, paseando por Granada” y se quedaba tan contento, le hacía sentir poderoso. A veces le entendía.
Lo único malo de todo esto es cuando llegas a casa después de unos días fuera y le preguntas a la parienta “¿Qué tal todo?” y te dice “bien, normal, lo de siempre…”
Y crees descubrir un brillo extraño en sus ojos.
Y no es que se alegre de verte, no…
Pero sí a otros que son importantes. Ejemplo 1: estas en una sala de masajes en Tailandia, llevan media hora arreglándote las contracturas y tu compañero incluso se ha dormido. Otra del viaje esta gritando que a ese precio (3€/hora) se va a quedar allí un día entero. En ese momento te llama la parienta y te suelta que el niño tiene conjuntivitis, otitis y faringitis todo a la vez, que está llorando y que tiene fiebre y le va a dar una noche de aúpa. Y entonces te pregunta “¿y tú que estás haciendo?” y claro le engañas “pues nada, lo típico, reunido con los del curro”.
Ejemplo 2: Un cliente te invita a comer unos pimientos del piquillo entreverados y una becada. Para beber Ribera del Duero. Bocado exquisito. En medio de la comida te llama la parienta “voy fatal de tiempo, voy a coger a los niños pero antes a ver si como un donuts o algo para ir rápido, ¿tú que tal vas?” y claro le engañas “nada, comiendo con un cliente, un coñazo y además menú cutre. Acabo pronto, si puedo, y salgo para ahí” mientras miras con lujuria el Montecristo del 3 que te vas a atizar luego.
Es muy típico en las reuniones post-trabajo, fuera de tu domicilio habitual, que a eso de las 22:30 nos separemos unos de otros a llamar por teléfono: “nada he acabado ya, me voy a la cama que estoy hecho polvo” y luego sigues la farra hasta altas horas de la madrugada.
Para que se lo vas a contar, para que vas a hacer que se amargue porque estés tú de farra.
Hay otro tipo de engaño disculpable. J.N. cuando le llamaba su mujer y él estaba por ejemplo en Santander, le decía “pues aquí estoy, paseando por Granada” y se quedaba tan contento, le hacía sentir poderoso. A veces le entendía.
Lo único malo de todo esto es cuando llegas a casa después de unos días fuera y le preguntas a la parienta “¿Qué tal todo?” y te dice “bien, normal, lo de siempre…”
Y crees descubrir un brillo extraño en sus ojos.
Y no es que se alegre de verte, no…
Hau un tipo que le dijo que se iba a Granada por motivos de trabajo una semana.
ResponderEliminarEl plan era otro: ir una semana a Cuba con unos amigos.
El muy imbécil llevaba tal moña una noche que llamó a su mujer...¡¡¡A COBRO REVERTIDO!!!.
A la vuelta la cerradura estaba cambiada.
real como la vida misma. Y no te pasa que cuando más trascendental se pone es justo la noche en que estás de viaje y te llama y te da la brasa durante una hora explicándote aquello que nunca te explica?
ResponderEliminarSaludos,
Bien, bien Gonzalo, reivindicando la mentira.
ResponderEliminarYo jamás llamo al ingeniero y nunca me creo nada. Él me llama y me dice " que haces?" y yo: pues currar.
No tengo una mentira mayor que esa.
me ha encantado!!!
ResponderEliminarBuena historia Suso. Gracias Ismael. Anónimo, mi mujer me cuenta poco o nada por teléfono porque "soy muy soso por teléfono".
ResponderEliminarMolinos, he leido tu post de hoy y sólo puedo desearte ánimo.
Muy arriesgado me parece a mí lo de decir que estás en un sitio estando en otro... Las mentiras, con base real que si no luego, como dice Suso, pasa lo que pasa...
ResponderEliminarSaludos