Hoy he estado en una trinchera. La verdad es que sólo decirlo acojona.
Había pasado cien mil veces por allí, una trinchera de la guerra civil, reconstruida por ser del frente de Aragón donde estuvo Orwell. Sobre Orwell en la guerra civil leí un libro de Martinez de Pisón muy bueno.
El caso es que aunque el ambiente no era nada tétrico, había sol, cantaban pájaros y olía a hierbas aromáticas, he dejado puesto el CD de Los Chichos a todo volumen para evitar sensaciones raras. Aún así, a mitad del paseo me ha empezado a dar mal rollo. El olor de los diques de madera ferroviaria, los sacos terreros, los zulos en los que se escondían los soldados...
La sensación de que allí se había combatido y se había matado gente ha sido desagradable. Las agujeros para sacar las armas, los caminos estrechos. He salido rápido porque las paredes me asfixiaban.
Total que he cogido la carretera de nuevo y he puesto el coche a 170Km/h para sentirme vivo, he preferido no pensar mucho para no odiar más a la humanidad.
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